Crítica: La maldición de Rookford

CArtelA destacar, la profesionalidad de Rebecca Hall quien se pasea durante toda la película en una interpretación magistral. Crítica de la película “La Maldición de Rookford”.

Terminada la primera guerra mundial, ya por el año 1921, Inglaterra está sumida en la tristeza de tantas vidas perdidas, las gentes recurren a la fe para calmar la ausencias de sus familiares, entre otras al espiritismo. Florence Cathcart (Rebecca Hall), una guapa chica inteligente y decidida, que vive atormentada por la muerte de su prometido en el frente, dedica su tiempo y sus energías a desmantelar presuntos charlatanes y timadores de fenómenos sobrenaturales, ella lo hace sirviéndose de sistemas metódicos y totalmente legítimos. Un día un profesor de un institución educativa de Rookford, Robert Mallory (Dominic West), le pide en nombre del establecimiento que lo visite para investigar las supuestas apariciones del fantasma de un niño. Ella acepta, aunque con alguna reserva y dudando de la sinceridad del hombre. Una vez allí, empiezan a descubrirse algunos secretos y la ocultación que rodea al fantasma, pasando los días puede ocurrir algo terrible, escalofriante, inaudito. Algo paralizador y tremendo.

La historia comienza con una escena en la que Florence Cathcart participa en una sesión de espiritismo y, apoyada por la policía, desenmascara y detiene a los cómplices del montaje… sin duda alguna un principio prometedor.

Nick Murphy, joven cineasta inglés, con “La Maldición de Rookford” hace su primera incursión en la pantalla grande tras muchos años de servicios prestados como solvente director de series de televisión. Murphy aprovecha la oportunidad para colarse con un modelo de texturas irreales, muy lejos de a lo que el cine inglés nos tiene acostumbrados. Nos muestra una historia que nos lleva a un tono de drama intencionadamente sutil, sobrenatural y terrorífico, tema éste, nada novedoso, pero sí atrayente para el espectador aficionado a este género. La manera en que se nos cuenta es fenomenal, la forma en que la trama se desarrolla, la ambientación de cada escena, los tonos amorronados como envejecidos para representar la época y su cuidado estilo visual, todo encaja, lo que cojea es cuando llega el momento de la resolución, que diligente se cierra mediante una conclusión sorpresiva e inesperada, demasiado confusa y exasperante.

Quizás alarme a alguien empeñado en ir a verla. No le impido el gusto, amigo. Grandes y pequeños, cuyo sentido del espectáculo pase por ver criaturas indefensas en perpetuo estado de escalofrío. Aquellos que disfruten viendo como los fantasmas aparecen sin llamarlos, ésta es su película.