Crítica: La sociedad de la nieve

Al director y, en esta ocasión, guionista de cine español J. A. Bayona, en esta nueva película le importan mucho los sentimientos y la verdad. Todo su saber se vuelca en “La sociedad de la nieve”, basada en el libro homónimo del escritor Pablo Vierci y en el documental homónimo de Gonzalo Arijón, que relata el accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea a uruguaya en la cordillera de Los Andes, en 1972.​ Bayona nos vuelve a brindar una dirección increíble, que impresiona. Los supervivientes se enfrentan a una constante de gravedad, a situaciones en las que se ven obligados a depender unos de otros para poder sobrevivir en aquel infierno de soledad.

J. A. Bayona exprime su escritura y la hace transparente, prescindiendo del más mínimo adorno y entregándonos  la mayor condensación de sentido. Lección de moral y homenaje a la vida, como un recordatorio y un ejemplo de cómo solemos vivirla, teniendo la certeza de haber estado en el propio infierno. “La sociedad de la nieve” es inmensa, se desliza por los puntos flacos y las hogueras de la soledad en un brío narrativo mientras su sequedad dramática hace de sus citas una historia especial, aún más violenta que lo más violento.

Tristeza, culpa, terror, hielo y cielo, esto es lo que meditamos en esta película servida en bandeja de plata, sostenido por un paisaje de Los Andes, todo nieve y montaña. Sin querer hacer otra cosa que mostrar la convivencia de las personas fundiéndose con el paisaje sin dulcificarlo, solo fragmentos de vida y esperanza. La vida y su ausencia y unos métodos para sobrevivir a lo invisible, de eso la nueva película de Bayona. No hay nada más que lo que podemos ver y oír, y todo aquello que nos estremece.

Esta película es verdaderamente una obra maestra. Me emocionó, me dio esperanza y me mantuvo al borde de mi asiento durante todo el recorrido, acompañada por la magnífica actuación de todos y cada uno de los actores. Felicitaciones al equipo de producción, arte y al resto, es mucho trabajo el necesario para ofrecer un resultado así.

La música, espléndida, corre a cargo del compositor estadounidense Michael Giacchino.

“La sociedad de la nieve” es el resoplido moral de Bayona y ha conseguido lo que quería: crear un pozo sin fondo en lo más profundo de las conciencias, un vacío infinito. La dramatización de estos bocados de realidad es tan impecable como simplemente emocionante.

En el reparto: Enzo Vogincic, Matías Recalt, Agustín Pardella, Tomas Wolf, Esteban Kukuriczka, Francisco Romero, Rafael Federman, Felipe González Otaño, Agustín Della Corte, Valentino Alonso, Simón Hempe, Fernando Contigiani, Benjamín Segura, Luciano Chatton, Agustín Berruti, Juan Caruso, Rocco Posca, Andy Pruss y Esteban Bigliardi todos juntan un obra complicadamente bien construida, tensa y climática con muchos puñados de escenas que ponen los pelos de punta, pensando que no hay más allá de lo que se ve y se oye , solo les quedaba sonido , viento y agua. Acaban dejando un enorme pozo de amargura.

“La sociedad de la nieve” consigue transmitir sensaciones físicas. Todo se conjura para que respiremos un aire frio, muy frio. Véanla.

Crítica: As bestas

Para empezar, quizá conviene afirmar que Rodrigo Sorogoyen es uno de los mejores autores del cine español. “As bestas” es solo un ejemplo más de cómo su dirección y los guiones que parten de su firma, en esta caso, junto a la premiada guionista Isabel Peña, nos ofrecen una mirada que crece en el género con todas las consecuencias. Para articular su poética, el buen director es un experto en el tratamiento dramático y sabe cómo condimentarlo. En la película que hoy nos toca comentar está especialmente agraciado y así lo confirman los nueve galardones en la última ceremonia de los Premios Goya.

La historia está basada en un hecho real, el de Antoine (Denis Ménochet) y Olga (Marina Foïs), una pareja francesa que llega a Galicia con idea de trabajar sin agobios y vivir de lo que la tierra les da. Llevan una vida muy tranquila. Los hermanos Anta (Luis Zahera y Diego Anido), viven con su madre muy cerca de lugar donde habitan la pareja francesa. Los hermanos no quieren a esos intrusos en Galicia y la cosa poco a poco se comienza a complicar.

Una de las virtudes de esta película reside en su capacidad para mezclar el mundo rural y el cine de intriga y que nada resulte frívolo o prescindible.  Todo ello sin renunciar a ser una gran producción. Es una película de concienciación sensata y necesaria sobre el horror de los grandes problemas.

La película de  Rodrigo Sorogoyen nos agarra del cuello y nos somete a varias reflexiones de lo general a lo más íntimo, el director se interna con credibilidad en ese entorno de frentes confundidos y disecciona todo como tal vez no lo ha hecho nunca, no para parar precisamente sino para trasmitir correctamente la desorientación más absoluta, los absurdo de todo ello.

Lo que se diseña en “As bestas” es si el amor entre humanos es más fuerte que cualquier desproporción. Un pensamiento quizá un poco espiritual para una historia que se resuelve tal como es. “As bestas” es una película difícil de olvidar. El papel que asumen los paisajes y el entorno dentro del cordón umbilical que la mueve es extraordinario.

La música es del parisino, afincado en Madrid, Olivier Arson, resposable de la banda sonora; una música elegante que compone resaltando la percepción del film. Álex Pablo es el director de fotografía que hace que la película contenga una de las mejores imágenes de cine actual.

En el reparto, Marina Foïs, Denis Ménochet, Luis Zahera, Diego Anido, Marie Colomb, Luisa Merelas, José Manuel Fernández y Blanco, Xavier Estévez Gonzalo García y Federico Pérez. Todos impecables.

La película logra un mapa desolador aunque deshaciéndose de su glamur lo mínimo, sumando las dos caras de un buen cine.

 Véanla.

Crítica: Los renglones torcidos de Dios

“Los renglones torcidos de Dios” cuenta con la dirección de Oriol Paulo, que se encarga además del guion junto a Guillem Clua y  Lara Sendim, siguiendo la narración de Torcuato Luca de Tena en su novela homónima. En la fotografía, disfrutamos del talento del catalán Bernat Bosch y, en la música, el compositor vizcaíno Fernando Velázquez, que atesora un Premio Goya por uno de sus trabajos en 2017. El buen hacer de todos ellos hace de esta película una narración certera, los argumentos se convierten en excusas y lo negativo se reparte conociendo las flaquezas de cada cual e incluso cuando los protagonistas se tiran los trastos es un placer. “Los renglones torcidos de Dios”, sin echar por tierra las ambigüedades que la hacían grande, tiene un efecto similar a la novela. La diferencia es que con la película esta historia aumenta su dimensión y se convierte en una de las grandes del thriller español.

Con esta historia, Bárbara Lennie, discreta, eficiente e inadvertidamente prolífica, llena la película, con todo el sentido de un magnífico papel; una intriga que emociona incluso a los que ya sabemos por lo que leímos o tal vez más a los que tantos años hemos esperado a una actriz tan maravillosa para encarnar a Alice Gould (Bárbara Lennie), esa investigadora privada que ingresa en un hospital psiquiátrico simulando una paranoia. Su objetivo es recabar pruebas del caso en el que trabaja: la muerte en el centro de un interno en circunstancias poco claras. Samuel Alvar (Eduard Fernández), director del hospital, opina todo lo contrario de lo que dice ella. Sin embargo, la realidad a la que se enfrentarán  superará sus expectativas y pondrá muchas cosas en duda…

Es posible que Oriol Paulo tuviera en mente este film desde que leyese la novela, como muchos la leímos con placer en su día. Una historia donde empiezan a suceder hechos extraños y en la que se extiende poco a poco la mancha de la sospecha, cierto es que su director simplifica la original “novela”, lima aristas y pasa de puntillas por ciertos caminos, pero también es cierto que es deslúmbrate en sus contrastes y la escena es sublime,  empezando como un cuento y terminando con la grandeza de un film de tristeza y dinamismo. Electrizante por el color de la forma y la inconsciencia del fracaso.

De agradecer son la dirección de Oriol Paulo y la portentosa actuación de Bárbara Lennie, al innegable director médico del centro en el que se desarrolla la trama, Eduard Fernández, y a todos los concienzudos intérpretes que se filtran en cada imagen: Loreto Mauleón, Pablo Derqui, Javier Beltrán, Samuel Soler, Federico Aguado, Lluís Soler, Adelfa Calvo, Dafnis Balduz, Francisco Javier Pastor, Txell Aixendri, Antonio Buil, Blanca Rosa Rovira, Sergi Sáez y Mathilde Eloy. Todos componen el thriller “Los renglones torcidos de Dios” y logran el filón de la temporada.

Autómata, magnética, elegante; momentos que reflejan hechos casi reales se confunden con otros de imaginería surrealista desasosegada bordeando la cronología de la razón. La interesantes secuencias puramente narrativas se rodean de una gravedad y una tristeza tan increíble como sombría. Lo mejor: la crudeza y cómo se describe.

Así, quien acepte disfrútarla gozará de una misteriosa película, de la efervescencia de las enfermedades mentales, de  la lucha del alma contra la rigidez social y de  las ironías del destino    

Véanla. Una gran joya.

Crítica: Modelo 77

En “Modelo 77”, el caso de un chico joven, encarcelado en Barcelona, es el pretexto del cineasta Alberto Rodríguez para trenzar los hilos de una película fuerte, en la que se reflejan todas las características de una sociedad que fue impuesta y permanecía arraigada, una sociedad que resulta fácilmente identificable en su dimensión más universal.

Son años de cambio, año 1977. En la cárcel Modelo de Barcelona ingresa Manuel (Miguel Herrán), un joven contable, encarcelado y pendiente de juicio por cometer un desfalco. Nadie sabe nada, nadie le da ninguna explicación pero al final le ponen de 10 a 20 años de castigo, un castigo totalmente desproporcionado. Pronto, se une a un grupo de presos comunes, apaleados y maltratados, que se están organizando para exigir una amnistía. No pueden más. Se inicia un levantamiento en la cárcel de Barcelona por la libertad, pronto serán más cárceles, más presos los que se sumen a la reivindicación, incluso piensan que están haciendo tambalearse el sistema penitenciario español…

La película, que está hecha con la bravura de una gran corriente de agua, rebosa emoción en cada uno de sus fotogramas. La imagen recorre la cárcel y las grandes miserias que allí sufren esos hombres fuertes que brillan por encima de todo.

Detrás de toda esa vorágine de pesadillas reales, late la fuerza visual de una película emocionante, ambiciosa y estructurada a nivel histórico porque su director quiere abonar el mundo de frente y revelar cara a cara una serie de reconcomios y escenarios que son la vida misma de entonces. En sus momentos cumbre, “Modelo 77” busca enmudecer al espectador, da la puesta de escena propicia, pero alcanza su verdadera grandeza cuando los actores pulsan la verdadera cuerda de la tensión, eso es de piel de gallina.

Alberto Rodríguez (Grupo 7,2012; La isla mínima, 2014) vuelve aquí tan grande como en obras anteriores, reformula el cine español devolviendo a la sala la sensación de placeres epidérmicos. Con guion de Rafael Cobos y el propio director Alberto Rodríguez, música de Julio de la Rosa y foto de Alex Catalán, todo su recorrido y su resultado final entretener, irritar y trascender con una verdad que nada oculta. De nuevo lo consigue.

El director acierta con este trasfondo político y social, haciendo reflexionar sin abusar de sensibilidades ni de idealismos, el pastel siempre asoma su guinda inevitable resaltando el efecto del conjunto si excepciones, un mecanismo de perfecta relojería. Un puñado de actores brillantes y creíbles. Un difícil equilibrio entre las buenas intenciones y la mala leche. La película interioriza un pasado cercano, una herencia endemoniada. “La película es la inteligencia con riesgos”…

En “Modelo 77”, la violencia progresa al tiempo que los personajes mudan la piel, piel que les crece al borde del alma descendiendo pura a esas vidas de zozobras, que se narran como en un espejo que se expande. Naturalidad, ritmo narrativo, fluidez apoyándose en sólidos cimientos.   

Del reparto, Miguel Herrán hace una peripecia trágica otorgándole un plus dramático ciertamente conseguido. Javier Gutiérrez es otro de los aciertos de la película refrescando la memoria, catapultando a su personaje, una vez más.  Los demás, Jesús Carroza, Fernando Tejero, Xavi Sáez, Catalina Sopelana, Polo Camino, Alfonso Lara, Javier Lago, Iñigo Aranburu, Iñigo de la Iglesia, Víctor Castilla, Javier Beltrán y algunos actores más son también buenísimos y nos dejan ver que la vida puede ser mucho menos alienada.

“Modelo 77”, un gozo entre tanto cine corriente e insustancial.