Crítica: El hoyo

El hoyo” esconde el análisis oscuro de un mundo que se contempla a sí mismo con una candidez algo preocupante. Esa es solo una de las aristas de una película intencionadamente antipática a la vista y con la vocación madura de construir una nueva certeza. El director de cine vizcaíno, Galder Gaztelu-Urrutia, presenta aquí su primer largo, con guion de David Desola y Pedro Rivero, música de Aránzazu Calleja y fotografía Jon D. Domínguez. Una gran historia.

De entrada, la pantalla nos presenta a un esforzado equipo de cocineros, cuidando cada elaboración, haciendo que cada plato sea el más suculento. Tras la luz cegadora de estas cocinas, caemos en El Hoyo. Goreng (Ivan Massagué) despierta en una habitación oscura, rodeado de hormigón. Frente a él está Trimagasi (Zorion Eguileor), un hombre mayor, que le informa sobre las reglas del juego: dos personas por nivel. Un número desconocido de niveles. Una plataforma o montacargas con comida para todos, y mucho por descubrir…

El hoyo” es una película oportuna, que alberga algo de pequeño triunfo crepuscular, algo heroico en suma. El escenario en que se desarrolla es una especie de edificio lineal y frío, con un tono amarronado, en el que sobreviven personajes esclavizados, enjaulados, ahogados desde dentro y asfixiados desde fuera en una trama desbordante. Su acción muestra las heridas sin rubor, sosteniendo la expectativa sin adornos, con crudeza. Es sin duda una película llena de simbolismos y metáforas. Comentarios sociales, raza, género, miseria y emociones sociopolíticas que establecen sus reglas desde el principio, subrayando todo lo que el guion ha conectado para estremecernos y resaltando toda la perversión del resultado.

Galder Gaztelu-Urrutia logra contener en el metraje un perfecto espectáculo; erigiéndose por reglas ya enunciadas, palpa a la masa y al sistema. A la religión, a la teoría. La desigualdad. La cultura. La rebelión. Brújulas que marcan distintos itinerarios para un mismo destino, el corazón del ser humano, de los seres humanos, como todo y como imposibles individualidades. Una lección sobre la vida, con un perfecto elenco de actores y actrices: Iván Massagué, Zorion Eguileor, Antonia San Juan, Emilio Buale, Alexandra Masangkay, Eric Goode, Algis Arlauskas, Miriam Martín y Óscar Oliver).

Homenaje o advertencia al ser humano, que constituye, como no, una llamada a la reflexión sobre todo lo absurdo de comportamientos motivados por la codicia, por la costumbre, por la desidia. Y la incertidumbre de si la vida puede ser mejor y menos estúpida.

Nadie podrá negarle al director de cine vasco, en este su debut, ni voluntad de discurso ni la pasión de sus riesgos, no es una película para cualquier público, sino más bien para aquellos seguidores del cine de terror en el sentido más amplio y de sus historias que agitan la legalidad del tiempo que se detiene.

Una verdadera lectura de la sociedad en la que vivimos; una experiencia que reivindica y que quizá encuentra esperanza para la civilización. O no.

Crítica: Joker

El director de cine americano Todd Phillips tenía fama de hacer un cine ligero, de humor muy propio, pero Phillips ha vencido al tiempo por el sencillo procedimiento de subirse a sus propias olas sobre una tabla de surf. Vencer al tiempo para dar un nuevo sentido a su obra, consolidándose con una película con la que mira a sus orígenes, recordemos “Hated” allá por el año 1994. Con guion del propio Todd Phillips y del también americano y gran guionista Scott Silver, basándose en un popular personaje de DC Comics, el conocido como archivillano de Batman, llega “Joker”.

Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) es un hombre ignorado por la sociedad cuya motivación en la vida es hacer reír. Arthur trabaja como payaso de alquiler. Ya sea usando un cartel por la calle, en cumpleaños o entreteniendo en un hospital a niños enfermos, con sus ilusiones frustradas, a duras penas puede cuidar de su madre Penny (Frances Conroy), que está muy enferma, al tiempo que algunos días acude al programa de la noche del presentador Mary Franklin (Robert de Niro). La dignidad maltratada de Arthur, la exasperación infinita y la desorientación le llevarán a una sucesión de luces apagadas en su mundo…

Detrás del drama, mucho más que una historia en perfecto equilibrio no hay otra cosa que un mosaico de retratos humanos unidos por el azar y reales como la vida misma, sensitivos, apasionados, marginados, impulsivos o dúctiles. “Joker”, aclamada por la crítica internacional , configura un nuevo paisaje estableciendo complicidades derivadas del punto de vista que conjuga el universo por el que apuesta su mentor. Todd Phillips trata a su principal personaje con una dosificada mezcla de cariño e ironía, vive con él sus debilidades, sus miedos, sus cavilaciones, exhibe con orgullo a un personaje mítico que acredita y sujeta los principios del dogma. No cabe sino pasmarse ante la escalofriante imagen en sus absorbentes estampas, cuyo mayor riesgo es transmitir la tremenda sensación de la truculencia argumental y el impacto, que verdaderamente llega; no importa que las pautas por las que tiene que discurrir sean quizá una autosatisfecha tendencia a ese impacto, una vez inmersos en su atmósfera densísima y su lujo difícil de permitirse.

En “Joker” todo está en su sitio, es una película en la que el guion no se ocupa solo de un personaje grandioso, retrata toda su gama de matices, con sus altos y bajos, los oscuros y claros de ese mundo en el que vive a los pies de los caballos, huyendo de su pasado y odiando su presente con un sencillo código de honor humano. Una película que se sigue con interés y agarrada a la butaca por el terror que genera. Narrada con precisión, utiliza con sabiduría todos los elementos alrededor del personaje, con una gran lección de detalles.

El enfrentamiento del personaje de  mente enferma entre rebelde y asustadiza, su carácter, su sensibilidad. La forma en que se dice la música de Hildur Guðnadóttir, la habilidad en la fotografía de Lawrence Sher, todo, da lugar a una de esas películas de cine adulto e inolvidable con que el cine americano nos sorprende muy de tarde en tarde.

La travesía de Arthur Fleck, que en esta historia sabe que no puede recobrar una vida digna; la resolución de su shock emocional, que le ha sumido en la inanidad del miedo; es un espacio habitado por el actor que mejor puede representar ese territorio inmaterial: Joaquin Phoenix, actor sólido, contundente y eficaz, respondiendo a todos los parámetros obligados por “Joker”. Robert De Niro encuentra su lugar especial en esta película, un papel muy distinto a todos los que le hemos visto desarrollar. Las interpretaciones del resto de los actores y actrices, todas tienen un destacado aire estelar: Frances Conroy, Zazie Beetz, Brett Cullen, Dante Pereira-Olson, Douglas Hodge, Jolie Chan, Bryan Callen, Shea Whigham, Brian Tyree Henry, Mary Kate Malat, Glenn Fleshler, Marc Maron, Bill Camp, Josh Pais, Leigh Gill, Adrienne Lovette, Sharon Washington, Mandela Bellamy, David Iacono, Matthias Sebastiun Garry, Mick O’Rourke, Evan Rosado y Thomas W. Stewart. Estupendos.

Una película oscura y realista hecha para no todos los públicos.

Crítica: Midsommar

Lo infrecuente y el terror más subliminal se entremezclan en “Midsommar”, película del director Ari Aster, que se encarga de su guion y dirección. Una película donde está presente el desdoblamiento del yo, la realidad y el desvarío.

Una se imagina a Ari Aster, creador de Hereditary en 2018, como a una esperanza del cine de terror americano, – un cine que a mí no me gusta mucho, pero al que sería una tontería oponerse y menos cuando es el género que más abunda este verano en nuestras pantallas-.  Ari Aster hizo su primera película realizada con estilo y personalidad, con intención de transmitir ideas, formas y sentimientos, en una historia bien construida y escalofriante. Después de que “Hereditary” fundara  cierta vertiente en el género llega a nuestras pantallas “Midsommar”

La película comienza cuando un grupo de amigos estadounidenses, Dani (Florence Pugh), Pelle (Vilhelm Blomgren), Johs (William Jackson Harper), Christian(Jack Reynor), Mark (Will Poulter), y Connin (Ellora Torchia) acuden al Midsommar, un festival de verano que se celebra cada 90 años en una aldea remota de Suecia. Lo que comienza como unas vacaciones de ensueño en un lugar en el que el sol no se pone nunca, poco a poco se convierte en una rara pesadilla cuando organizadores y aldeanos les invitan a participar en sus bonitas pero revoltosas actividades festivas.

Música, cantos, la seductora y políticamente incorrecta claridad, los soliloquios naturales y todo el entorno como enemigo natural a sentir en cualquier velada temporal, y junto a ello los rasgos de ternura que se aprecian en los desconocidos, sustentan la trama de “Midsommar”. Es realmente un festival de primavera en Suecia , en esta realidad se basa Ari Aster; son, sin embargo, esas realidades maravillosas ,revertidas a un mundo delirante, las que dan el definitivo atractivo a la película. Los símbolos originales, las mujeres, los hombres, las casas y, simbólicamente, los niños aparecen ante el público en la más rotunda y desagradable desnudez, la desnudez que muestra la maldad humana.

No dudamos de que Ari Aster conoce de sobra el terreno que pisa pero otra cosa distinta es la expectativa que los espectadores teníamos en la capacidad del director americano pues, ante nuestros ojos, lo que parece primar por encima de todo, en esta lenta, larga y enrevesada película, es cómo llegar al éxito con el terror, a la adhesión sentimental inquebrantable pasando incluso por encima de la verosimilitud o de aspectos sorprendentes y sorpresivos.

Resumiendo, me parece una película correcta pero no inspirada, creo que depende demasiado de su refulgente excentricidad y de su plantel de actores y actrices. No ha conseguido atraparme.

En la música de Bobby Krlic. La fotografía corre a cargo de de Pawel Pogorzelski. En el reparto: Florence Pugh, Jack Reynor, Will Poulter, William Jackson Harper, Ellora Torchia, Archie Madekwe, Vilhelm Blomgren, Julia Ragnarsson, Anna Åström, Anki Larsson,Lars Väringer y Katarina Weidhagen van Hal entre muchos, que no lograron salvarla a pesar de sus buenas actuaciones.

Esperamos su próximo trabajo señor director. Suerte.

Crítica: Cuando los ángeles duermen

“Cuando los ángeles duermen”, con guion y dirección del cineasta sevillano Gonzalo Bendala, nos coloca ante un micro universo familiar tan surrealista en sí mismo que solo puede ser real. Personajes que tocan la muerte, que rastrean la muerte sintiéndose al borde la locura. Deseo de escapar, miedo y soledad, transitarán con persistencia, como persona o como incógnita trazando el lado del secreto del universo que es “Cuando los ángeles duermen”.

Una película en la que Germán ( Julián Villagrán) aparece en el primer fotograma de entre la noche y la maleza al borde de una carretera desierta. Unas horas antes, su esposa Sandra (Marián Álvarez ) le llamaba al trabajo para decirle que ya estaba tardando y debían celebrar el cumpleaños de su hija, él le dice que no se preocupe que no está en camino. Sale de la Mutua, que es donde trabaja con un coche de la empresa, ya que ha perdido el avión y no tiene otro modo. La carretera está sola y Germán cansado. Conducir de noche además es monótono, puede ocurrir cualquier cosa. Y ocurre. A partir de ese momento, Germán tendrá que superar la gran prueba que el destino le tiene preparada…

Otra vez, de forma consciente, queda evidenciado que el cine de intriga se puede convertir en cine de terror. En “Cuando los ángeles duermen”, los miedos y temores se corresponden con los miedos y terrores que en la vida real nos paralizan. Gonzalo Bendala toca abiertamente uno de los temas clásicos del terror y lo asocia de forma clara a los prejuicios del mundo en que vivimos. El universo temor que tiñe su aliento durante el recorrido queda perfectamente expuesto como respuesta existencial del hombre ante la normalidad aberrante que le rodea.

Sobre los misterios y sorpresas que aquí se han construido hay una violencia y un derramamiento de sentimientos que van cobrando intensidad hasta desembocar en un desenlace carmesí tremendamente duro.

El director en una entrevista a Sensacine decía: “Es cierto, el filme es algo peliagudo, pero sobre todo por el desenlace, pero creo que ese final es lo que me motivaba a contar esta historia. Si “Cuando los ángeles duermen” hubiera tenido otro final, nada hubiera tenido sentido. El desarrollo de la historia va encaminado a que el público se plantee dudas y dilemas. Y creo que las preguntas que se puede hacer el público y sobre todo las posibles respuestas que aparezcan pueden ser terroríficas. Y ahí está el dilema: ¿qué harías tú?, ¿qué solución buscarías?”.

El trabajo actoral es impecable, Julián Villagrán hace de la desesperación su mejor interpretación sacando la honradez de sus inmensas cualidades. Ester Expósito tiene un buen principio y un largo camino por recorrer en el que se auguran éxitos. Marián Álvarez, Marisol Membrillo, Adolfo Fernández, Helena Castañeda, Christian Mulas y Ramiro Alonso, forman un buen grupo actoral que refresca la tensión de un episodio en el que su director y creador provoca más allá de las convenciones aceptadas. La fotografía de Sergi Gallardo, tenue y amenazante, le da un todo extraordinario a la obra. Excelente la música de Pablo Cervantes.

El cine es una parte inseparable de la vida y en esta ocasión, entre otras cosas, nos recuerda la época en la que estamos inmersos llevando el argumento a su máxima expresión, donde la posibilidad humana fracasa tanto por la situación como por las debilidades del personaje principal.

Duele mucho su película, señor director, toca demasiado el lado del alma que sufre.

Un buen trabajo, Gonzalo Bendala.