Crítica: El cuento de las comadrejas

Con guion de Juan José Campanella y Darren Kloomok, basado en la historia original del guionista Augusto Giustozzi y el director José A. Martínez Suárez en la película “Los muchachos de antes no usaban arsénico”, de 1976, llega ahora “El cuento de las comadrejas”. La antigua versión fue la primera película argentina en competir en los Premios Oscar. En esta ocasión Campanella le da al libreto un aire personal aunque siempre fiel al original.

Cuenta la historia de una espectacular actriz de la época dorada del cine, Mara Ordaz (Graciela Borges); un actor en el ocaso de su vida, Pedro de Córdova (Luis Brandoni); un escritor cinematográfico, Martín Saravia (Marcos Mundstock), y un director de cine, Norberto Imbert (Oscar Martínez) que hacen lo imposible por conservar el mundo que han creado en una vieja mansión ante la llegada de dos jóvenes que presentan una amenaza que lo puede poner todo en peligro: ella, Bárbara Otamendi (Clara Lago) él, Francisco Gourmand (Nicolás Francella). Todo se complicará un poquitito…

Entre este tira y afloja de experiencia y corazones, existe la simbología de un título que dará para acercar significados en lo moderno de una película antigua. Juan José Campanella sobre todo le canta al cine que regresa, a la voluntad de conservar en sentido estricto el pulso cinematográfico de un país empeñando sus medallas y suministrando su etiqueta personal, crea. Es “El cuento de las comadrejas” un remake enriquecido con una brillantísima adaptación. Dejando constancia de su clima moral, de su explicitud en el discurso y de un constante forcejeo de personajes que jamás se debilita.

Más cómicamente acida y menos intrincada que los anteriores trabajos del director argentino, es esta una película que nos alegra con su regreso y por el gran elenco de intérpretes que llenan la pantalla. Además, siempre es de agradecer que alguna película busque su fuerza en los diálogos, ese elemento primordial, muy cercano al lenguaje teatral que, con singular talento, nos ofrece su director, buscando la originalidad en la esencia; especialmente si se trata de un texto divertido como ocurre con “El cuento de las comadrejas”.

La música es del gran compositor Emilio Kauderer, orquestación, tratamiento y entusiasmo impreso en el film. La fotografía la pone el director de fotografía Félix Monti, que vuelve a repetir con Juan José Campanella, como ya lo hiciera en la película “El secreto de tus ojos”, en 2009.

Y en el reparto, los intérpretes crean un espectáculo teatral; humor constante y pesadilla hasta fundirse en una solidez inconfundible, constante y políticamente eficaz. Con la gran Graciela Borges, al son de las sombras de un personaje principal, un personaje muy bien defendido. Luis Brandoni, emulando al viejo actor fracasado, estupendo. Marcos Mundstock, como el director confabulador, excelente. Óscar Martínez, con un personaje ácido y eficaz, sin disimulos, magnifico. Clara Lago y Nicolás Francella toman parte en la comedia con interpretaciones envolviendo al espectador con una capa invisible de amabilidad y recelo, sorprende Clara Lago hablando y expresándose como ciudadana argentina. Aplausos para todos.

Es “El cuento de las comadrejas” una película con apariencia infantil y cuerpo de porcelana, relacionada con nuestros temores más ocultos, un mundo en peligro y un cuchillo amenazador…

Véanla.

Crítica: Noche de juegos

“Noche de juegos” está dirigida por el dúo cinematográfico de cineastas americanos dedicados casi exclusivamente a la comedia John Francis Daley y Jonathan Goldstein. El guion, escrito por Mark Pérez en su primer despertar al cine de pantalla grande.

Los protagonistas de esta película son un grupo de amigos que se reúnen de forma periódica para pasar una noche de juegos. Es muy divertido, cada vez que se encuentran tratan de resolver el misterio de un asesinato, la situación se hace cada vez más apetecible y más delicada, porque conseguirán ser invitados a casa del hermano de…. A ellos, que les gustan los riesgos y tienen una gran dependencia de la aventura, aceptan sin dar tregua, intentando encontrar los puntos complicados del puzle. Pero la trama del juego está hecha con modélica discreción y riesgo… Ellos y ellas formarán un equipo contra todo lo que les salga al paso.

“Noche de juegos” es una comedia que te lo pone fácil para divertirte con ella y difícil a la hora de describirla en términos concretos. La película no es un instrumento para esculpir ningún monumento para la historia, pasa a fijar su atención en hacer reír con la mirada en unas vidas jóvenes marcadas por su edad y el ansia de diversión. El proceso posee complicaciones que llevan a la carcajada, a veces incluso rozando la extravagancia y la inmoralidad. “Noche de juegos” es un juguete cómico. La segunda película de sus directores que pretende seguir con la forma en la que quieren mover su filmografía. Una velada hogareña de veleta torcida que conduce a una intriga con diabólica precisión capaz de convertir un acto cotidiano en una amenaza.

Tal estado de absurdo desde algo parecido a la realidad contribuye, sin duda, a que sea un artefacto provocador que consigue lo que busca, a veces a mí me ha hecho recordar las aventuras de los “Hollister”, aquellos libros que leí hace años y lo he pasado bien viéndola. Soy consciente de su carácter equitativamente cómico y de su tragedia quebrada y sumamente negra. Una comedia más en un tiempo en que hay que recurrir a todo para evadirnos.

La imagen la conduce el director de fotografía canadiense Barry Peterson. Y el compositor neoyorquino Cliff Martinez se encarga de la música, recordemos a este gran músico como baterista de grandes grupos musicales de los años 70 y 80, años de gran éxito y gloria, después, la acertada resolución de seguir trabajando la música en bandas sonoras vuelve a subirle a la vista de todos nosotros. Genial siempre Cliff Martinez. En el reparto: Jason Bateman, Rachel McAdams, Kyle Chandler, Sharon Horgan, Jesse Plemons, Billy Magnussen, Kylie Bunbury, Lamorne Morris, Danny Huston, Michael C. Hall,Michael Cyril Creighton, Camille Chen y Chelsea Peretti. Me encantan los personajes de Rachel McAdams y Jesse Plemons, magníficos.

Una farsa ligera, dialogada, con endiablado ritmo.

Crítica: En cuerpo y alma

Con guion y dirección de la cineasta húngara Ildikó Enyedi, “En cuerpo y alma”. La trama nos va introduciendo en un mundo crudo y novelesco, en el bosque encantado de los sueños, movido por las leyes ordinarias de la naturaleza. Una historia poco convencional, con buen guión y buenos actores.

La narración se inicia con imágenes que te hacen pensar en lo que conducirá la trama. La película comienza en un precioso bosque nevado, donde unos animales buscan algo de comida. Todo es tranquilidad y sosiego. Después vemos algo que parece una vaqueriza, hombres que hablan. Se escuchan pájaros cantar, una mujer fregando… sangre…. Es un matadero en Budapest. María (Alexandra Borbély) empieza a trabajar allí como inspectora pero pronto surgen rumores en torno a ella. Durante el almuerzo siempre se sienta sola, es demasiado rígida y estricta en su obligación, sin saltarse en ningún momento ninguna de las normas del convenio. Su mundo se compone de reglas y pautas. María es una chica rara, muy rara, y nadie la mira bien, excepto Endre, (Morcsányi Géza) que es el director financiero del matadero, un buen hombre divorciado, de unos cincuenta años. María y Endre se conocen, predispuestos a paliar sus lagunas de fondo y forma…

“En cuerpo y alma” es un delicioso trabajo de Ildikó Enyedi que enhebra una historia surrealista en varios puntos concretos y realistas. Tiene un sentido oculto que funciona, por suerte a veces hay películas que consiguen traspasar sus fronteras. En esta ocasión, dos líneas maestras ordenan el denso material de “En cuerpo y alma”: una, la más evidente, habla de la crueldad en el matadero, los animales sacrificados y la cotidianidad de los empleados y otra es la del romance que fluye entre todo lo demás. La directora consigue ajustar todas esas piezas y hacerlas funcionar con la precisión de un reloj suizo.

Una modélica demostración de cine, sin menguas, sin relleno y sin vaguedades, destacando la frescura y naturalidad de muchas de las situaciones, los diálogos contenidos y certeros y la sencillez de los caracteres y psicologías. La película disfruta de secuencias visualmente extraordinarias del director de fotografía húngaro Máté Herbai. La secuencia del ciervo y la cierva y todo lo que esas imágenes pasean, la escena de los terneros en el matadero, los carniceros, el comedor, todo es expuesto con fuerza, belleza y una mordacidad ilimitada. Naturalmente, Ildikó Enyedi termina esta fantasía con una nota de esperanza, a pesar de la peligrosa frialdad del misterio en que se centra la intención. El énfasis poético recae en la partitura del compositor Adam Balazs que exhibe toda su complejidad para satisfacción del resultado.

En el reparto, Alexandra Borbély, descomunal revelación para mí, sobre sus hombros recae prácticamente toda la emotividad de esta fábula honesta. Morcsányi Géza también tiene un papel principal compartiendo todos sus momentos con el arte de una interpretación cabal y gentil. Ervin Nagy, Pál Mácsai, Júlia Nyakó,Tamás Jordán, Gusztáv Molnár, IstvánKolos, Annamária Fodor, Itala Békés, Vince Zrínyi Gál, Attila Fritz, Zoltán Schneider, Réka Tenki, Rozi Székely y István Dankó todos tienen la capacidad para interpretar bien a sus personajes y dar equilibrio a la película.

Crítica: Tres anuncios en las afueras

Con dirección y guion del director de cine, dramaturgo irlandés y británico Martin McDonagh, llega “Tres anuncios en las afueras”. Hermano pequeño del escritor y director de cine John Michael McDonagh, -recordemos Calvary-, el pequeño de los McDonagh alumbra un film ácido y minucioso pintando todo con la ferocidad de lo natural e inevitable. “Tres anuncios en las afueras” es una comedia mordaz sobre la lucha de una mujer contra la dejadez policial y las ironías del destino.

Mildred Hayes (Frances McDormand) es una mujer de 50 años. Decide iniciar por su cuenta una guerra contra la policía de su pueblo al considerar que no hacen lo suficiente para resolver el caso de su hija asesinada. Mildred coloca tres carteles fuera de su pequeña ciudad de Missouri, en una carretera de poco tránsito pero imprescindible para muchos habitantes del pueblo. Estos carteles denuncian la violación y el asesinato de su hija un año antes, y dejan en evidencia la desidia del jefe de la policía, Bill Willoughby (Woody Harrelson). Esto causa controversia en la ciudad, ya que  Willoughby es muy respetado y querido en el pueblo. Entre tanta frialdad también encontramos al policía Dixon (Sam Rockwell); el chico de la oficina de los carteles Red (Caleb Landry Jones); el hijo de Mildred, Robbie (Lucas Hedges); el ex marido de Mildred, Charlie (John Hawkes), y el tímido James (Peter Dinklage).

Quizá resulte redundante afirmar que Martin McDonagh es uno de los autores destacados del cine de comedia negra en el mundo. Su mirada crece en el género con todas las consecuencias, solo necesita activar la coherencia en la desesperación de los personajes que ha creado para conformar “Tres anuncios en las afueras”. Aunque la historia del largometraje es aparentemente sencilla, reverencia en gran medida las tres unidades principales de la película: acción, lugar y tiempo y todo en su convincente intención de implacabilidad como fuente del recorrido.

Cualquiera que espere de “Tres anuncios en las afueras” una película relajante e informal, que se dé la vuelta, que se quede fuera de la sala, esto es cine serio, cine de denuncia, aun con sus oportunos puntos de humor. Cine de verdad. Porque en realidad todo está articulado para sacar la cara oscura y la cara tiznada de los sentimientos. McDonagh opta por su insuperable estilo consumadamente elegante en un universo delirante, realista y surreal, al tiempo. La vida de Mildred Hayes y su mundo deforme. Todo ello respira el embriagador aroma de Martin McDonagh impartiendo clase, hasta en la escena resolutiva

Las actuaciones son inmensas; para mí Frances McDormand es la mejor del film, actúa impresionante. Woody Harrelson, con toda la responsabilidad y esas expresiones de desolación, está inmenso. También es extraordinaria la actuación de Sam Rockwell, logrando ser uno de los personajes más relevantes. En la parte de secundarios, Peter Dinklage, John Hawkes, excelentes, magnificos. Caleb Landry Jones, Lucas Hedges, Abbie Cornish, Brendan Sexton III, Samara Weaving, Kerry Condon, Nick Searcy, Lawrence Turner, Amanda Warren, Michael Aaron Milligan, William J. Harrison, Sandy Martin, Christopher Berry, Zeljko Ivanek, Alejandro Barrios, Jason Redford, Darrell Britt-Gibson y Selah Atwood, campan a sus anchas en papeles agradecidos que además encuentran excelentes puntos de apoyo de los primeros actores.

La música del compositor americano Carter Burwell, creador de más de una docena de bandas sonoras para los hermanos Coen, consigue con sus maravillosos tonos diluir con brillantez las fronteras de la realidad y la imaginación.

A Ben Davis, director de fotografía, le recordamos de Siete psicópatas también obra de McDonagh. En esta ocasión, igualmente plasma el color en el tono enloquecido que vuela por encima de la realidad, perfecto.

No es una película para todo el público. Véanla.

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