Crítica: Antes del anochecer

Antes de anochecerEthan Hawke y Julie Delpy son un matrimonio en la ficción que deshaciéndose de la trivialidad de los estereotipos que encarnan nos regalan auténticos retazos de vida en común. Una bonita intimidad compartida, al margen del discurso que puede atraer más o menos. Crítica de la película “Antes del anochecer”.
Richard Linklater con una dirección y un desarrollo simple, lineal e inocente, sin grandes alardes ni ostentaciones, consigue lo que quiere. Nos trae una tercera entrega de la saga que le define, en esta ocasión la trama se desarrolla en Grecia, retomando las vidas de Celine (Julie Delpy) y Jesse (Ethan Hawke). Para quien no lo sepa, se conocieron hace veintiséis años en un viaje en tren hacia Viena en ‘Antes del amanecer’, 1995, Jesse, un chico americano, y Céline, una chica francesa que deciden pasar un día juntos descubriendo Viena antes de tener que separarse al amanecer para volver a sus respectivos hogares. Nueve años después, Jesse y Céline vuelven a encontrarse en “Antes del atardecer”, 2004, y están juntos por París antes de que Jesse tenga que tomar el vuelo que le devuelva a América. Ahora, Linklater de nuevo en “Antes del anochecer”, 2013, nos hace revivir a Jesse y Céline, en esta ocasión ya como pareja consolidada. El matrimonio disfruta de un tiempo de vacaciones junto a sus dos hijas en Grecia en casa de un famoso escritor.

A nadie le gusta ir al cine sabiendo de antemano lo que va a ver, se supone, pero hay ocasiones como en el visionado de “Antes del anochecer” que, además, la sobreexposición puede provocar cierta saturación, cosa que no impide que coloquemos en el sitio que le corresponde a una película como “Antes del anochecer”. Es una cinta cargada de mensajes, de emociones sencillas y de voluntad. La nueva película del director americano disfruta reminiscencias de las anteriores entregas donde las emociones y los recuerdos forman parten de su forma. No sufre de giros sorpresivos y se eleva en el ritmo con suficientes elementos, a través de imágenes potentes y elegantes. La custodian unos diálogos vibrantes y seguidos, y unas tremendas avenencias narrativas que emiten la apariencia de teatro filmado. Todos los parajes fundamentales de la trama se suceden en ese teatro peculiar, captando los matices justos con sus juegos de luces y sombras, corrientes ordenadas en danzas de palabras sutiles y agresivas, pinceladas maestras en las pláticas, miradas que hablan sin emitir sonido y una fenomenal delicadeza en la apariencia del relato sin perjudicar el ánimo. Cada personaje se integra de forma absolutamente natural con un equilibrio asombroso.

Imagen de Antes de anochecer Esta estimable, dulce, ácida y por momentos brillante obra escrita por Richard Linklater, Julie Delpy y Ethan Hawke que arranca en clave de drama romántico, tiene la base en eso y en los problemas habituales de la pareja a los cuarenta años. No se proponen ni pretenden cambiar el mundo o dejar una tremenda huella en los espectadores pero sí aporta una seria mirada sobre temas cotidianos, y eso es una virtud. La fotografía de Christos Voudouris y la música de Graham Reynold, destacan, pero por encima de todo destacan las actuaciones, sobre todo la de Julie Delpy, magistral, soberbia y cautivadora consiguiendo atrapar incluso al espectador más descreído, y es que el conjunto de sus expresiones, junto a esa sonrisa tan alegre es el marco apropiado para su espontáneo personaje. Ethan Hawke el otro protagonista, un poco eclipsado, pero aún así, a la altura de su papel, plausible y simpático.

Es posible que esta película punteada por transcendencias, recibida en el Festival de Berlín con enorme acogida, con personajes supervivientes, clara, amarga y divertida y que posiblemente cierre una historia no sea muy bien considerada (me remito a los comentarios que escuché al salir de la sala de proyección). Da igual, tiene todo el tiempo del mundo para que algún día se la considere un clásico.