Crítica: Los perros

La directora de cine chilena Marcela Said es la responsable del guion y la dirección de esta película, Said hace que le toque el turno a su personaje más peculiar, Mariana, un tipo de mujer habilidosa con su imagen, sus palabras y silencios y, sobre todo, con su destino. La protagonista de “Los perros” da presencia a aquella terrible época que fue la dictadura de Pinochet.

“Los perros” te llevará desde aquí hasta las lejanas tierras de Chile. Allí, en el mismo corazón, lugar donde vive Mariana (Antonia Zegers), de 42 años, centrada en medio de un juego heredado, cuya existencia sospecha. Los invitados a la fiesta serán sus compañeros de viaje, Juan (Alfredo Castro) Pedro (Rafael Spregelburd), Francisco (Alejandro Sieveking); no todos juegan de su lado. Si bien todos saben mover las piezas del tablero, no todos lo hacen con la misma intención y el mismo final. Ella, Mariana, una mujer perteneciente a la burguesía chilena, que tiene una vida muy bien construida pero que intentará remover heridas viejas…

“Los perros” podría ser una película desde donde Marcela Said sacara un drama ambicioso y exitoso para los tiempos en que aquello que se recuerda lastima sobre herida fresca. Cierto es que el cine simplifica lo original y lima sus aristas pero, además, en esta historia, el ogro merece desde su cielo privado algo parecido a la comprensión de quien debería de ser su verdugo.

Marcela Said pasa de puntillas por la desintegración de aquel mal, aunque no es menos cierto que el film transmite en su ejecución un electrizante control de la forma y una fragante cuestión del fracaso concentrado en algunas estrategias, glaciales, por un lado, y perturbadoras, por otro. Esa es la grieta que divide la película en dos: el drama social descarnado, sórdido y convulsivo y la fantasía burguesa imprevisible; no encajan. Cabalgan juntas con cierta torpeza, con innegable justiprecio. Es sorprendente que la directora conocedora de la turbulenta realidad y que ha plasmado tanta denuncia social en sus documentales no acabe tirándose a la piscina en esta ocasión. Con todo, se agradecen películas de este género, aunque tengan vuelo irregular.

Esta película tiene una actriz genial, Antonia Zegers, su espectacular escudo humano ante el horror es fantástico, un trabajo muy logrado, delatando la sutileza de la directora desplegada sobre su personaje; Alfredo Castro, Rafael Spregelburd y Alejandro Sieveking, actores firmemente conducidos, que realizan un minucioso trabajo de orfebrería. Magnífica fotografía de Georges Lechaptois, acompañada por la música de Grégoire Auger.

Esperábamos más. No hay que pasarse la vida buscando si denuncia o mirada, pero a veces sí…

Crítica: La cordillera

Desde cualquier punto de vista que partan, la tragedia de la vida política ha marcado a un tanto por ciento muy alto de los cineastas del mundo entero. Nadie que participe mínimamente en la cultura o en cualquier actividad a la que pertenezca debería de obviarlo y de exigir, según su medio, la necesidad de una explicación. El director de cine argentino Santiago Mitre, atraído por sujetos y acciones tan complejas, con “La Cordillera” ha intentado revelar en una ficción el resultado de una búsqueda tan insatisfactoria como fascinante.

El director argentino, primero nos entretiene con unos entremeses fríos y calientes: nos hacen la presentación del presidente de Argentina, Hernán Blanco (Ricardo Darín), su vida y sus sombras, su secretaria Luisa Cordero (Erica Rivas) y su hija Marina, (Dolores Fonzi). Ambas confluyen como las principales inquietudes del político, a su alrededor consejeros y especialistas en política. Mitre después nos pasa al gran banquete y dentro de la fiesta nos coloca en una Cumbre de presidentes latinoamericanos en Chile, en donde se definen las estrategias y alianzas geopolíticas de la región. La presidenta de Chile, Gloria (Paulina García), preside el encuentro.

Una de las virtudes de “La Cordillera”, con guion del propio Mitre y Mariano Llinás, reside en la capacidad para hacer posible un cine político, realista y que no resulta frívolo. Un cine a favor de una concienciación más sensata para la utilidad de lo feo de las negociaciones de los mandatarios, agarra ahí del cuello al espectador y lo somete a varias reflexiones pasando de lo general, a lo íntimo en un mismo punto de inflexión. Santiago Mitre se interna en la lucha y secretos políticos para preguntarse por el sentido de la mentira, del engaño, de la locura que da el poder cuando están todos los frentes confundidos y los objetivos difuminados. Disecciona la política de Latinoamérica, como quizás no se ha hecho hasta ahora, no para arrojar luz precisamente sino para trasmitir convincentemente la desorientación absoluta, la pesadilla inacabable y lo increíble de todo aquello.

Áspera y absoluta, como todas las películas de Mitre. Articula maravillosas escenas que fluctúan entre la denuncia, la parodia y un virulento discurso que no deja títere con cabeza, con un mundo implacable como fuente de inspiración.

Complejidad agudeza y un clímax sustentado por la extraordinaria interpretación de todos los actores y actrices: Dolores Fonzi, Érica Rivas, Gerardo Romano, Alfredo Castro, Daniel Giménez Cacho, Elena Anaya, Leonardo Franco y Christian Slater. El gran Ricardo Darín es en “La Cordillera” el pilar central, retratando a un hombre seguro y acorralado por el sistema, en esta interpretación hallamos la mejor prueba de la capacidad del actor para conseguir personajes perfectos. Santiago Mitre y Ricardo Darín, su complicidad se traduce en la pantalla. Fantásticos. En la música Alberto Iglesias logra la crear un cordón umbilical del ritmo de la película. “La Cordillera” ha sido rodada en Buenos Aires, Bariloche, Santiago de Chile y Los Alpes, domina unas de las mejores imágenes que he visto últimamente en el cine, el director Javier Juliá es el responsable de la lírica fotográfica.

Ténganla en la lista para la próxima visita al cine. Es un tema que hay que conocer como si fuese nuestro… En realidad es nuestro.

 

 

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