Crítica: Ruby Sparks

Ruby Sparks

Jonathan Dayton y Valerie Faris exploran la mente de su personaje principal como un estado civil, como experiencia anómala en permanente y pasiva tensión. Crítica de la película “Ruby Sparks”.

Desde el principio, el guión de Zoe Kazan está bien alojado y relata la historia de un escritor que se enamora de uno de sus personajes. Calvin Weir-Fields (Paul Dano) ha sido un niño prodigio, con su primera novela había tenido un gran éxito con tan solo 19 años. Desde entonces, sufre un constante bloqueo creativo agravado por su deprimente vida amorosa. Finalmente, consigue crear un personaje femenino, Ruby Sparks (Zoe Kazan), que acaba materializándose y compartiendo la vida con él.

Todo intento de encontrar en esta película una historia original, un colchón emocional sólido o una reflexión más o menos seria sobre las consecuencias de la no inspiración de un escritor, es un esfuerzo en vano. La película va de comedia romántica dentro de una ficción, es ante todo un precioso relato de otra forma de amor.

Nos presentan a un desvaído y deprimido Calvin Weir-Fields buscando la inspiración, un personaje humano y nunca excesivo, alguien sencillo que transmite con aparente facilidad todo su recorrido vital. “Ruby Sparks” consigue mostrarnos este lienzo en el que el amor de acuarela y fantasía y sus personajes de colores tiran por el sendero que representa siempre a Calvin Weir-Fields, ya que el filme trata de comunicar esa aventura interior del personaje de Paul Dano, en un momento en que su vida seguía como siguen las cosas que no tienen mucho sentido. Imagen de Ruby SparksElla, Ruby Sparks sale a su encuentro, a su destino, construyendo una relación esencial que hace bailar su mente como dedos en las teclas de un piano. Todo narrado magistralmente a través de un ritmo cadencioso, envolvente y preciso, preñado de una absorbente atmósfera, con una puesta en escena rebosante de oficio y conocimiento, fundamentada en los planos medios, pulcras imágenes y sus sinceras palabras.

Sostenida sobre buenas actuaciones transcurre el trabajo de esta pareja de directores de cine independiente americano. No llega a su anterior trabajo «Little Miss Sunshine» pero deja un regusto a cine bien hecho. En el reparto Paul Dano, Zoe Kazan, Chris Messina, Antonio Banderas, Annette Bening, Steve Coogan, Elliott Gould, Aasif Mandvi, Deborah Ann Woll, Toni Trucks, Alia Shawkat,Wallace Langham, John F. Beach, Jane Anne Thomas, Eleanor Seigler y Emma Jacobs. Música de Nick Urata y fotografía de Matthew Libatique.

Una metáfora esta película, que no visioné en su momento, en el año 2012, y que a partir del comentario de nuestro amigo Pedro Cifuentes Merlo que nos habló de ella en “Recomienda una película”, he podido tener el placer de disfrutarla. Gracias.

 

Crítica: Philomena

PhilomenaEmoción y convicción, movido posiblemente por el homenaje que rinde. Stephen Frears recrea en su nuevo trabajo los sentimientos puros y las bajezas humanas. La historia está inspirada en hechos reales y se basa en el libro con el que el propio Martin Sixsmith dio testimonio en el año 2009 del tormentoso drama. Crítica de la película “Philomena”.

Cuando Martin Sixsmith (Steve Coogan), un periodista que actualmente trabajaba como jefe de prensa en la BBC en las noticias de las diez, se queda sin trabajo, la vida se le viene encima, tiene miedo del camino que ahora puede tomar su carrera. Pero entonces, en una fiesta conoce a una mujer que le habla del caso de una señora que lleva casi cincuenta años sin ver al hijo que le arrebataron. Le cuenta que Philomena (Judi Dench), que así se llama la pobre madre, solo tenía 15 años cuando quedó embarazada. En la sociedad de entonces, – años cincuenta y tantos-, los irlandeses consideraban deshonrada a la chica a la que le ocurría eso. La encerraban en un convento hasta el día del nacimiento del bebe y después de dar a luz, durante tres años se ocupaban del niño y hacían trabajos disciplinados para las monjas, hasta que ellas, – las monjitas-, lo daban en adopción. Lo habitual es que esos niños fueran adoptados por matrimonios americanos de buena posición. Philomena después formó una familia y este doloroso y desgraciado episodio de su vida lo mantuvo oculto pero nunca se dio por vencida y mantuvo firme el sueño de encontrarlo. Martin y Philomena juntos intentarán sacar a la luz los secretos que las monjas tan bien guardaron.

Bondad, maldad, amor, inocencia, crueldad. La película recrea la esencia de los casos de niños robados, en fechas anteriores a lo que ocurrió en España pero de igual forma los niños fueron arrancados de sus legítimas madres. Sin dejar de lado la semejanza, la historia tiene una vuelta de tuerca para que sea aún más parelela a lo ocurrido en nuestro país y es que hay como único testigo una monja muy mayor. A veces la realidad es más cruda y cruel que la peor pesadilla y aquí lo es, estremece ver el tacto, la simplicidad y la sutileza con que refleja los sentimientos Stephen Frears, en ellos nos vemos, cada plano nos interesa porque vivimos la historia. “Philomena” nos transmite todas sus conmociones en cada mirada, hay escenas que sobrecogen, alcanzan narrarnos de forma inteligente y maravillosa desde las manos y los ojos del personaje principal, Philomena, íntima, católica y pacífica pero desgarrada por haberle sido arrebatado su hijo.

Imagen de Philomena Frears demuestra como siempre maestría en los aspectos técnicos cinematográficos y en el manejo de actores. Con fotografía de Robbie Ryan, desarrolla una narración visual emocionante, creando imágenes de gran belleza con una marcada inclinación por los contraluces. La maravillosa banda sonora de Alexandre Desplat invade de emociones todo el metraje incluyendo composiciones instrumentales intimistas de una sutilidad y una armonía celestial, como cada vez y más. El guión adaptado por Steve Coogan y Jeff Pope define y matiza bien la figura de los dos protagonistas para el cine, los diálogos inteligentes, fluidos y claros. El reparto también colabora con su profesionalidad a lucir una obra sobresaliente: Judi Dench, Steve Coogan, Charlie Murphy, Simone Lahbib, Anna Maxwell Martin,Neve Gachev, Sophie Kennedy Clark, Charlotte Rickard, Nichola Fynn. Deliciosa Judi Dench.

El cine consiste en contar historias y hacerlo bien. Hacía tiempo que no sentía tanta emoción en el cine, hacía tiempo que no daba tantas alas a mis reflexiones después de ver una película. Esto, últimamente me ocurre a menudo y estoy contenta porque cuando se consigue, es que el cineasta responsable se ha ocupado con respeto y profesionalidad de contar su historia. Estamos de enhorabuena.

Crítica: ¿Qué hacemos con Maisie?

Que hacemos con MaisieScott McGehee y David Siegel nos presentan una película que habla de las relaciones humanas, en concreto de las relaciones de pareja e hijos. El guión es de Carroll Cartwright, basado en la novela de novela de Henry James. Crítica de la película “¿Qué hacemos con Maisie?”.

La historia se desarrolla en Nueva York, y nos habla de la pequeña Maisie (Onata Aprile) una niña de seis años que se encuentra en medio de la lucha por su custodia entre su madre, Susanna (Julianne Moore), una estrella del rock, y su padre, Beale (Steve Coogan), un importante marchante de arte. En el desafío por adquirir el favor del juez, Beale se casa con Margo (Joanna Vanderham), la niñera de Maisie, lo que influye en Suzanne que se casa con su amigo Lincoln (Alexander Skarsgård). Susanna y Beale sumergidos en una batalla de poder, y Maisie esperando.
Scott McGehee y David Siegel despliegan un tapiz en el que tejen sobre una familia actual, los hilos de la difícil convivencia y el acoso que sufren los hijos en silencio cuando los padres están separados, en este caso, sin palabras que manifiesten lo que padece la menor, siempre moviéndose en el submundo del no amor de padres o mejor dicho del amor de unos padres egoístas que la utilizan como pieza con la que rivalizar.

Lo principal que el cine social tiene, es que consigue incitar un debate entre el público con la manifestación de ciertos semblantes más o menos ocultos en la historia, es decir, lo verdaderamente substancial es que los espectadores perciban el mensaje y reflexionen. Aquí no se habla de pasión, ni de amor, ni de la necesidad de compartir vida con otra persona. Apenas se habla de divorcio, “¿Qué hacemos con Maisie?” persigue en todo momento empapar al espectador con situaciones sencillas propias de la vida común pero bañadas de fuertes singularidades, de difíciles impresiones internas. Y en esa confusión es donde descansa gran parte del interesante conflicto de la película.

Imagen de Que hacemos con MaisieLos directores americanos filman en todo momento desde el punto de vista del personaje de Aprile, Maisie, recurriendo con frecuencia a enlazar la imagen de la niña cuando los padres discuten por ella, contribuyendo a dar más fuerza a la protagonista desde el interior. Al margen de su carácter social y la claridad con que se tratan los temas, a lo largo de toda película de Scott McGehee y David Siegel aparecen personajes muy interesantes, así como el cuarteto amoroso condenado al más azaroso fracaso, que hacen avanzar la filmación con lentitud, de forma sutil e indirecta, mientras progresa el cuadro de relación por medio de la acumulación de detalles minuciosos que siempre desembocan en el enorme poder de un personaje imaginado débil pero fuerte. La cara, el semblante y la mirada de Maisie acusan, reavivan sentimientos, mientras la pequeña caminará a encontrarse con su incierto futuro.
Creo que todo lo que he dicho son elementos más que suficientes para hacer de ella una película de notoriedad permitiéndole ser galardonada en varios festivales de cine.
A destacar, Onata Aprile, fenomenal en su papel, y junto a ella, Julianne Moore, Steve Coogan, Alexander Skarsgård, Diana García,Samantha Buck, Joanna Vanderham, Stephen Mailer, Joel Garland, James Colby, Trevor Long, Robert C. Kirk y Zachary Unger, todos más o menos fieles a lo que le exige su personaje. Música de Peter Nashel. Fotografía de Giles Nuttgens.
Aunque la fórmula no tiene dada de original, rara vez se ha llevado a la pantalla con tal grado de sinceridad y descaro.

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