Crítica: As bestas

Para empezar, quizá conviene afirmar que Rodrigo Sorogoyen es uno de los mejores autores del cine español. “As bestas” es solo un ejemplo más de cómo su dirección y los guiones que parten de su firma, en esta caso, junto a la premiada guionista Isabel Peña, nos ofrecen una mirada que crece en el género con todas las consecuencias. Para articular su poética, el buen director es un experto en el tratamiento dramático y sabe cómo condimentarlo. En la película que hoy nos toca comentar está especialmente agraciado y así lo confirman los nueve galardones en la última ceremonia de los Premios Goya.

La historia está basada en un hecho real, el de Antoine (Denis Ménochet) y Olga (Marina Foïs), una pareja francesa que llega a Galicia con idea de trabajar sin agobios y vivir de lo que la tierra les da. Llevan una vida muy tranquila. Los hermanos Anta (Luis Zahera y Diego Anido), viven con su madre muy cerca de lugar donde habitan la pareja francesa. Los hermanos no quieren a esos intrusos en Galicia y la cosa poco a poco se comienza a complicar.

Una de las virtudes de esta película reside en su capacidad para mezclar el mundo rural y el cine de intriga y que nada resulte frívolo o prescindible.  Todo ello sin renunciar a ser una gran producción. Es una película de concienciación sensata y necesaria sobre el horror de los grandes problemas.

La película de  Rodrigo Sorogoyen nos agarra del cuello y nos somete a varias reflexiones de lo general a lo más íntimo, el director se interna con credibilidad en ese entorno de frentes confundidos y disecciona todo como tal vez no lo ha hecho nunca, no para parar precisamente sino para trasmitir correctamente la desorientación más absoluta, los absurdo de todo ello.

Lo que se diseña en “As bestas” es si el amor entre humanos es más fuerte que cualquier desproporción. Un pensamiento quizá un poco espiritual para una historia que se resuelve tal como es. “As bestas” es una película difícil de olvidar. El papel que asumen los paisajes y el entorno dentro del cordón umbilical que la mueve es extraordinario.

La música es del parisino, afincado en Madrid, Olivier Arson, resposable de la banda sonora; una música elegante que compone resaltando la percepción del film. Álex Pablo es el director de fotografía que hace que la película contenga una de las mejores imágenes de cine actual.

En el reparto, Marina Foïs, Denis Ménochet, Luis Zahera, Diego Anido, Marie Colomb, Luisa Merelas, José Manuel Fernández y Blanco, Xavier Estévez Gonzalo García y Federico Pérez. Todos impecables.

La película logra un mapa desolador aunque deshaciéndose de su glamur lo mínimo, sumando las dos caras de un buen cine.

 Véanla.

Crítica: Benediction

El británico Terence Davies se encarga del guion y la dirección de “Benediction” donde nos presenta una película biográfica que da comienzo en los años cuarenta y en un planeta como la Tierra. Una gran guerra y un héroe que va más allá de la vista. Un héroe razonable con todas las dudas humanas, las de un soldado que no quiere matar. Una vertiente humana que le da muchos problemas y aleja la historia de caminos ya trillados quedándonos solo Siegfried Sassoon, al que interpreta el actor Jack Lowden.

Siegfried Sassoon logró volver de la I Guerra Mundial como un superviviente y a la vez como un héroe, a pesar de sus reticencias y sus abiertas críticas contra el enfrentamiento bélico. Su desoladora experiencia en el frente le servirá para nutrir sus novelas siendo admirado por la alta clase londinense y los literatos del momento, algo que no evitó que la fractura que había provocado en él la guerra continuase abierta.

“Benediction” es Siegfried Sassoon y un viaje alucinante sobre lo que es captar la esencia del ser humano construyendo belleza mientras escribe y sufre. Además de la genial virguería que nos regala su director Terence Davies contándonos todo con un perfecto dominio de la planificación y el ritmo; envolviendo al espectador con la capa invisible de la delicadeza.

Como los buenos vinos, Benediction” no solo ha sabido dignamente envejecer sino que a los muchos años ha incrementado la vigencia de su análisis sobre los conflictos armados. Detrás de este hermoso relato, subyace la lógica aplastante que conduce el juicio. Lacónicamente esgrimido, se transfiere a este film que pugna por dejar huella de un buen hombre; solido, contundente y políticamente eficaz.

Jack Lowden encabeza lo más destacable y monumental en la interpretación, mezcla de ideas y de materia prima. La exquisitez del resto del reparto confiere a todo el recorrido la fragancia y el buen carácter. La música es del compositor de bandas sonoras nacido, en Reino Unido, Benjamín Woodgates. Nicola Daley, la gran directora de fotografía hace que todo, en cuanto a imagen se refiere, quede totalmente perfecto, su toque refinado y sofisticado nos regala una película estupenda, con un gran valor añadido. En el reparto, destacan, entre otros, Simon Russell Beale, Peter Capaldi, Jeremy Irvine, Kate Phillips, Gemma Jones, Ben Daniels, Geraldine James, Joanna BaconAnton Lesser.

Les recomiendo que la vean. Benediction” es lo que ha intentado su director mostrarnos, una obra fascinadora a la vez que inquietante, con toda una reflexión sobre el lenguaje poético y los límites de la pasión. Incursión inhumana en las contradicciones y, sobre todo, apunte lúcido de nuestra propia mediocridad.

El director Terence Davies crea este magnífico y conmovedor relato que resulta perturbador. Su protagonista Siegfried Sassoon, un muchacho que fue soldado, decide un buen día para sorpresa de sus superiores negarse a seguir el maldito juego de la guerra. Aun hoy, su pensamiento es de lo más vigente y exquisito, pero la determinación, la forma y su vida lo hacen pasar a la historia como el soldado que eligió la libertad.

Estos, que se aferran a la vida con brazos tercos,

aún pueden sonreír entre tormentas de muerte y hallar hueco

en los crueles enredos zarpados de su defensa.

Marchan desde el amparo y la alegría de los pájaros

en arbustos verdes hacia la tierra donde todo

es ruina y nada florece excepto el cielo

que se apresura sobre ellos, donde sufren

tristes, humeantes horizontes planos, bosques malolientes

y trincheras hundidas que volean muerte por muerte.

Siegfried Sassoon.

Crítica: Los renglones torcidos de Dios

“Los renglones torcidos de Dios” cuenta con la dirección de Oriol Paulo, que se encarga además del guion junto a Guillem Clua y  Lara Sendim, siguiendo la narración de Torcuato Luca de Tena en su novela homónima. En la fotografía, disfrutamos del talento del catalán Bernat Bosch y, en la música, el compositor vizcaíno Fernando Velázquez, que atesora un Premio Goya por uno de sus trabajos en 2017. El buen hacer de todos ellos hace de esta película una narración certera, los argumentos se convierten en excusas y lo negativo se reparte conociendo las flaquezas de cada cual e incluso cuando los protagonistas se tiran los trastos es un placer. “Los renglones torcidos de Dios”, sin echar por tierra las ambigüedades que la hacían grande, tiene un efecto similar a la novela. La diferencia es que con la película esta historia aumenta su dimensión y se convierte en una de las grandes del thriller español.

Con esta historia, Bárbara Lennie, discreta, eficiente e inadvertidamente prolífica, llena la película, con todo el sentido de un magnífico papel; una intriga que emociona incluso a los que ya sabemos por lo que leímos o tal vez más a los que tantos años hemos esperado a una actriz tan maravillosa para encarnar a Alice Gould (Bárbara Lennie), esa investigadora privada que ingresa en un hospital psiquiátrico simulando una paranoia. Su objetivo es recabar pruebas del caso en el que trabaja: la muerte en el centro de un interno en circunstancias poco claras. Samuel Alvar (Eduard Fernández), director del hospital, opina todo lo contrario de lo que dice ella. Sin embargo, la realidad a la que se enfrentarán  superará sus expectativas y pondrá muchas cosas en duda…

Es posible que Oriol Paulo tuviera en mente este film desde que leyese la novela, como muchos la leímos con placer en su día. Una historia donde empiezan a suceder hechos extraños y en la que se extiende poco a poco la mancha de la sospecha, cierto es que su director simplifica la original “novela”, lima aristas y pasa de puntillas por ciertos caminos, pero también es cierto que es deslúmbrate en sus contrastes y la escena es sublime,  empezando como un cuento y terminando con la grandeza de un film de tristeza y dinamismo. Electrizante por el color de la forma y la inconsciencia del fracaso.

De agradecer son la dirección de Oriol Paulo y la portentosa actuación de Bárbara Lennie, al innegable director médico del centro en el que se desarrolla la trama, Eduard Fernández, y a todos los concienzudos intérpretes que se filtran en cada imagen: Loreto Mauleón, Pablo Derqui, Javier Beltrán, Samuel Soler, Federico Aguado, Lluís Soler, Adelfa Calvo, Dafnis Balduz, Francisco Javier Pastor, Txell Aixendri, Antonio Buil, Blanca Rosa Rovira, Sergi Sáez y Mathilde Eloy. Todos componen el thriller “Los renglones torcidos de Dios” y logran el filón de la temporada.

Autómata, magnética, elegante; momentos que reflejan hechos casi reales se confunden con otros de imaginería surrealista desasosegada bordeando la cronología de la razón. La interesantes secuencias puramente narrativas se rodean de una gravedad y una tristeza tan increíble como sombría. Lo mejor: la crudeza y cómo se describe.

Así, quien acepte disfrútarla gozará de una misteriosa película, de la efervescencia de las enfermedades mentales, de  la lucha del alma contra la rigidez social y de  las ironías del destino    

Véanla. Una gran joya.

Crítica: Vortex

“Vortex”. El título de esta película plantea una pregunta inmediata: ¿de qué remolino vas a hablar Gaspar Noé? Evidentemente la respuesta la tenemos nosotros después de ver la película, un laberinto de ternura que vive, encadenando una bonita canción a través de las trazas de la humanidad. Con la dirección y el guion de “Vortex”, Noé demuestra que ama tanto el cine, que emprende un viaje alucinante por el ser humano construyendo una belleza inmortal y un dolor. Un amor que simplemente sobrevive a pesar de todo lo surgido.

La historia se abre con Françoise Hardy y su canción «Mon amie la rose» y sigue a una pareja de ancianos. Él (Dario Argento) tiene problemas de corazón y ella (Françoise Lebrun) sufre Alzheimer, un matrimonio que se ama. Una historia en una vivienda adosada, donde empiezan a suceder hechos extraños en los que se va extendiendo poco a poco la mancha del dolor entre libros, carteles de cine, fotos y folios escritos. Las situaciones van creciendo y el dominio narrativo de Noé nos envuelve con una capa de invisible y un corrosivo sufrimiento: su forma de retratar el horror de la cotidianidad, huyendo de estridencias, creando ambiente, mostrando una mirada cercana a la realidad de este matrimonio que trata de lidiar con sus enfermedades y el paso del tiempo.

Esta no es una historia para todos los gustos, yo he acudido a verla porque es puro cine y me la habían recomendado pero salí devastada. Me parece una gran película, Noé y su equipo han cuidado los detalles visuales y argumentales de una película que en cada plano es perfecta. Gaspar Noé sabe muy bien cómo hacer un lienzo fílmico. Minucioso ejercicio de orfebrería y diseño tonal erigido sobre una trama dramática.

Además, hay dos talentos sobresalientes, Darío Argento y Françoise Lebrun, que ofrecen una actuación tremendamente profunda, comprensiva y convincente, son la materia prima con la que se construye esta película, en una historia que se pega a la piel.

Una realidad en la que cada cual se queda con su idea según la ve. Eso es la película. Pero lo que evidencia, se trasforma bajo la mirada de Gaspar Noé en algo mucho más doloroso: la mediocre vejez como modelo de destrucción, la indiferencia del mundo y la desaprobación de los allegados que no saben entender la profundidad del problema. Pero siendo como es una lectura quizá prioritaria para su realizador, nos gusta comprobar la aplicación de todas las reflexiones.

En las grandes aventuras que se conocen del cine siempre late un largo recorrido que las hace imprescindibles, una es la aventura en sí misma, otra es el trayecto vital de sus héroes, esa mezcla de aprendizaje del cine heredado. Con unos actores impecables, ojo certero y un tiempo narrativo sostenido, Noé construye “Vortex” utilizando su sabiduría sin olvidar su lección humanista. Una triste fragmentación de la realidad.

En la fotografía Benoît Debie contundente y políticamente eficaz respondiendo a sus parámetros. En la interpretación: Dario Argento, Françoise Lebrun, Alex Lutz, Kylian Dheret, Kamel Benchemekh y Joël Clabault, magníficos.

“Vortex” es un terrible retrato corrosivo, una proeza extrema de inmersión en el dolor de la que sale una lección de impecable vigencia. Una película para no olvidar jamás.