Crítica: Séptimo

Cartel de SéptimoPatxi Amezcua, nacido en Pamplona, en 1968 y licenciado en Periodismo, tras su paso por la Universidad de California para cursar estudios de guión de cine, inicia su carrera profesional como guionista, trabajando primero para productoras como Columbia Films. En 2009 dirige su primer largometraje “25 Kilates”. Ésta que hoy reseñamos es su segunda película. Crítica de la película “Séptimo”.

Ricardo Darín vuelve a sembrar la escena. Estamos ante un nuevo delta lleno de intriga donde se une y separa el tiempo. El actor argentino es en “Séptimo” un padre.

Sebastián (Ricardo Darín) va a recoger a sus hijos para llevarlos al colegio, deciden antes de bajar la escalera jugar a un juego conocido, juegan a ver quién llega primero a la calle desde el séptimo piso y los dos niños desaparecen en su recorrido por las escaleras hasta la planta baja, mientras que el padre baja en el ascensor. Al darse cuenta, Sebastián, cree volverse loco. No hay ni rastro de ellos. Empieza entonces una búsqueda frenética por parte del padre y de la madre, Delia (Belén Rueda). Un día normal en la vida de unos recién separados se convierte en una terrible pesadilla.

Todo funciona en “Séptimo” desde el primer momento con unos bonitos fotogramas paisajísticos de Buenos Aires de los que brota nuestro primer personaje. Buenos Aires en la retina del espectador y en el corazón un protagonista caído en un abismo sin final que aspira a desvelar la maquinación que le acorrala.
No sé cómo describir la intensidad emocional con la que comienza esta película. A ello le concedo su mayor valía: la increíble habilidad y sensibilidad para alarmar desde la intriga. Séptimo - ImagenTodo sin más instrumentos que una buena ficción aferrada a personajes creíbles. Unos personajes, que como casi todos nosotros, viven, viviendo y escondiendo las oscuras heridas de su cotidianidad. Afortunadamente la historia se escapa de los parámetros establecidos, tratando de manera objetiva un tema relacionado con algo ya visto pero sin mostrarnos lo mismo, es decir, nos muestra un caso aislado de víctimas en un sentido, convirtiéndose en victimario dentro de otro sentido y demostrando con esto una vez más que el ser humano es destructivo y que cuando nace en nosotros uno de los instintos básicos más dañinos nos convierte casi en animales capaces de hacer cualquier cosa.
La música es de Roque Baños, de gran belleza e importantísima en muchos momentos puntuales de la trama cuando sobran los diálogos, llenándonos de imagen y sonido, por ejemplo en la escena de la terraza. La fotografía de Lucio Bonelli, de estética equilibrada, sobria y de matices armónicos. El guión es de Patxi Amezcua y Alejo Flah y se aprieta al texto como a la imagen con enriquecedor acierto.

La interpretación de Ricardo Darín es muy rica en matices visuales y verbales, el actor sorprende pues consigue que el espectador conecte con él desde el primer plano donde aparece mientras conduce el coche y habla con su hermana, con su secretaria y con los compañeros de trabajo, hasta el plano final que no voy dejar ver aquí. Esta interpretación se complementa bien con Belén Rueda, quien interpreta a su esposa de la que ahora está separado. El resto del elenco Luis Ziembrowski, Osvaldo Santoro, Guillermo Arengo, Jorge D’Elía, Andrea Carballo, desempeñan su papel con atinada corrección.

Para resumir, la trama está bien trabajada, la intriga fenomenal y el planteamiento excelente, solo una pega, quizás la resolución quede algo descolgada.

Qué grato es ver como Patxi Amezcua hace cine con propiedad, igual al cine producido en los países punteros de la cinematografía. Buen tacto el de este joven cineasta.

Hay que verla.