Crítica: Nieve negra

Los fríos paisajes de la Patagonia, proyectan su reflejo helado en las ruinas humanas de quienes su aire respiran, unos personajes que allí viven, otros personajes que llegan, de la mano del director de cine argentino Martín Hodara. Crítica de la película “Nieve Negra”.

Nieve, bosque y desasosiego, éstos son los tres testigos de nuestra historia. La una testigo mudo, el otro mudo pero más objetivo, y el tercero imparcial e indiscreto. Se abre la historia con Marcos (Leonardo Sbaraglia) y su novia Laura (Laia Costa) que tras varias décadas sin verse con su hermano mayor llegan para convencerlo de vender las tierras que comparten por herencia. El hermano mayor es Salvador (Ricardo Darín) que vive apartado del mundo y de todo. Solo en la Patagonia sobrevive desde que fue condenado por matar a su hermano pequeño en un día de caza. De ese acto desgraciado ya hace muchos años pero el recuerdo está presente en cada uno de ellos y con la llegada de Marcos y Laura todo se reaviva y revuelve, los sentimientos que parecían dormidos despiertan como un volcán.

Modesta en su planteamiento, serena en su puesta en escena, limpia y coherente en su planificación. Secreta en el complejo entramado del guion, escrito por Martín Hodara y Leonel D’Agostino  y conseguida en algunos resultados. “Nieve Negra” se nos aparece como una de las ofertas del cine argentino de este año. Martin Hodara, su director, es casi debutante en la pantalla grande solo le recordamos por “La señal”, de 2007, aunque tiene una larga carrera en el mundo del cine, precisamente por este cosmos le vino su devoción por la familia Darín. En el año 94, Ricardo Darín y su hijo Chico Darín, que entonces tenía cinco años, participaron como actores en un trabajo en el que Martin Hodara colaboraba como ayudante de dirección. Se conocieron y enseguida surgió una entrañable amistad que les llevó a realizar en el año 2007 su primera película juntos. Ahora, vuelven a reunirse en una película sobre el peso del secreto de las cosas, el amor, la violencia de los sentimientos, las situaciones familiares y los intereses económicos de todo lo anterior. Estas grandes palabras están revestidas con las ropas de la narración, donde se muestra lo insólito y la desazón de los secretos, que se enganchan a la piel como el frio que se respira en la pantalla.

Con un reparto espectacular, tiene “Nieve Negra” la reconcentrada intención de expresar de qué forma se destroza la vida de quienes sobreviven a un muerto joven. El personaje de Ricardo Darín  experimenta en carne propia el desgarro de la pérdida pero también la egolatría de quien sigue viviendo degradado en su dolor. Leonardo Sbaraglia muestra con su personaje una mezcla de levedad y gravedad condesada. Laia Costa, desde su arrogante y humilde personaje, da lustre a la historia. El resto del elenco: Dolores Fonzi, Federico Luppi, Biel Montoro, Mikel Iglesias,  Liah O’Prey  y Andrés Herrera muy acertados en su interpretación. Pero  cada uno de los personajes de esta intriga gélida brilla solo a rachas en un contexto demasiado obsesionado por mostrar un exclusivo drama rural.  En la música, con un largo historial de bandas sonoras en su joven carrera, está el compositor nacido en Cataluña, Zacarías M. de la Riva, excelente. El también catalán Arnau Valls Colomer, director de fotografía, se luce con su buen trabajo.

Una curiosidad, aunque la trama de la película supuestamente transcurre en la Patagonia, ha sido rodada en el pirineo español.

“Nieve negra” es una sórdida historia que alcanza una sintonía más baja de lo que esperábamos. En la próxima nos vemos  Martín Hodara. Suerte.

 

 

Crítica: Al final del túnel

Al final del tunelEl director y guionista argentino Rodrigo Grande, curtido en el difícil mundo del cine, con todas las de la ley, nos trae un trabajo de profundas huellas tenebrosas y alta tensión, escarbando en vidas derrumbadas tanto a nivel personal como profesional. Crítica de la película “Al final del túnel”.

Todo comienza con las inquietudes que crea la intriga en la sinopsis. “Joaquín (Leonardo Sbaraglia) está en silla de ruedas. Su casa, que conoció tiempos mejores, ahora es lúgubre y oscura. Berta (Clara Lago), bailarina de striptease, y su hija Betty (Uma Salduende), llaman a su puerta respondiendo a un anuncio que puso Joaquín para alquilar una habitación. Su presencia alegra la casa y anima la vida de Joaquín. Una noche, mientras trabaja en su sótano, Joaquín escucha un ruido casi imperceptible. Se da cuenta entonces de que una banda de delincuentes está construyendo un túnel que pasa bajo su casa con la intención de robar un banco cercano”.

Afortunadamente el guion es de Rodrigo Grande, “Al final del túnel” esconde inquietudes mucho más complejas e interesantes. Los primeros minutos brindan relámpagos de lucimiento en momentos cortos de los dos principales actores. Cuando todos los elementos que componen una película funcionan a la perfección no queda menos que descubrirse ante su creador. Pocos cineastas últimamente han mimado tanto las pinceladas en sus guiones, “Al final del túnel” es cine de intriga, cine muy entretenido por el color de su trama y la fuerza de sus interpretaciones. Tiene todo un poderoso carácter envolvente.

El lenguaje hombre-mujer aparece lentamente y con ello se perfila la historia de sus vidas. Se encuentran las palabras con el miedo, el sudor, las lágrimas, el pasado, los celos, el presente, el amor tal vez… Pero lo fuerte, lo atrapante es el contexto en el que Rodrigo Grande nos instala, depositario de una belleza suicida que acogemos y repudiamos, sin mover pestaña en la mini sala de un cine de verano.

Imagen Al final del túnelUn rotundo sí.

Bienvenido este film a un tiempo sin creatividad palpable. Bienvenido el cine de Argentina que siempre nos deja sabor a puro y riguroso cine sin fechas. “Al final del túnel” supera con creces los anteriores trabajos del joven director, volviendo a mantener las líneas maestras que le dieron prestigio, el cineasta las explota con carácter, ofreciendo un festín bien amarrado técnicamente a la estupenda fotografía de Félix Monti y la atmosférica música de Lucio Godoy y Federico Jusid.

“Al final del túnel” es un thriller con espectáculo y drama, anclado en una emoción real de tono alto y de referencia escalofriante, con una narración sencilla, seca y fría que resulta impactante. La cámara es testigo de los hechos y deja al espectador en manos de los personajes que allí se mueven; Leonardo Sbaraglia, tan sobresaliente como la libertad que le imprime a Joaquín, su personaje. Clara Lago, Pablo Echarri, Federico Luppi, Javier Godino,Walter Donado, Uma Salduende, Daniel Morales Comini, Laura Faienza, Sergio Ferreiro, Facundo Nahuel Giménez, Ariel Nuñez Di Croce y Cristóbal Pinto, en una ducha de inteligencia actoral consiguen la película mejor tejida que este mes de agosto proyectan las pantallas en España.

Felicidades.

 

 

Crítica: Sin retorno

Cartel«Sin retorno». Film templado, adusto, directo; debate ético con combate, injusticia, culpa, venganza y perdón, guerra devastadora por culpa de la cobardía y de los dilemas morales.

Ópera prima de Miguel Cohan, que debuta con “Sin retorno”, una propuesta que modestamente concebida y con un marcado carácter personal narra las circunstancias difíciles en las vidas de unos personajes que hasta ahora habían sido felices.

La ágil mente de Pablo Machetti (Agustín Vázquez) pasa a otra cuestión,( deja atrás su salón de tatuajes) mientras va en bicicleta camino de su casa, le espera su padre Víctor Machetti (Federico Luppi). Algo le hace detenerse y hacer un alto en el camino, situándose justo casi en el centro de la calzada, ahí va a conocer a Federico Samaniego(Leonardo Sbaraglia), tendrán un encontronazo y alguna que otra palabra mal sonante, Federico está casado con Natalia (Barbara Goneaga) y tienen una preciosa niña, es ventrículo y humorista y vive una vida plena y feliz. Por ese mismo lugar, minutos más tarde tiene que pasar Matías Justiniano (Martin Slipak) un chico joven, estudiante de arquitectura, hijo de un renombrado arquitecto y de una dentista de notoriedad, con los que vive junto a una hermana menor que él. Matías viene demasiado bebido y veloz. Lo que ocurre en el momento en que sus destinos se encuentran, va a condicionar para siempre el futuro de los tres personajes.

“Sin retorno” no es una película de intriga porque en ella no se produce ninguna revelación, sobreviene la base del drama y  ya camina abierta y progresivamente desplegando su trama, sea como sea Miguel Cohan la presenta como un enigma, una película del género dramático social, de forma desesperada seca y demoledora, enseña agentes de seguros corruptos, policías cómodos en su poltrona, medios de comunicación blandiendo falsedades y personas con miedo, con distintos miedos.

Miguel Cohan es un director que, pese a su condición de primerizo, su estilo se aprecia ya abiertamente en esta película, da lo mejor de sí mismo con una dirección elegante y seriamente ingeniosa, tanto en la sordidez del relato como en la verídica ambientación y escenografía que muestra. Diálogos interesantes y retrato de personajes bien trazados, “Sin retorno”, permite, en su inocua acusación, sacar algunas conclusiones acerca de las inmoralidades adquiridas por culpa de esta presunta sociedad que nos asfixia con sus caracteres de falsa humanidad.

Miguel Cohan sin efectismo ni apelaciones al lagrimeo, nos da una película de ficción pero con un enorme periplo de realidad,  preciso, ilustrando hasta qué punto un hombre se hunde  por culpa de los malos impulsos que mueven el egoísmo humano en este mundo creador de monstruos, pero realmente el mensaje más importante de esta película reside, no tanto en su argumento o en los múltiples vericuetos morales a que éste puede prestarse, sino en su resolución final, donde verdaderamente se ve al hombre como tal.

“Sin retorno” no anhela nada que no consiga, incluso el magnífico elenco de actores que la mueven materializan una historia realmente creíble y espeluznante.

Lo que demuestra que debe ser vista.

 

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