Crítica: Blancanieves
30 noviembre 2012 3 comentarios
En el año 1988 Pablo Berger hacía su primera incursión en el cine con un corto; de la mano del cineasta Álex de la Iglesia, en 2003 su segundo trabajo, “Torremolinos 73”, y nueve años después, en 2012, nos ofrece una exagerada y surrealista obra. Crítica de la película “Blancanieves”, popular cuento de los hermanos Grimm, que Berger ambienta en Andalucía, durante los años 1910-1920.
Más o menos: érase que se era, un pueblo tan triste y sombrío, que cualquiera que hubiera pasado por allí no se lo creería. En aquel momento todo era gris, o mejor dicho blanco y negro, y todo era expectación en aquel trocito del mundo. El cielo azul se tornaba en sombras, y los prados y las calles y las gentes eran como una redecilla plateada extendida sobre un escenario. Todo estaba silencioso hasta que sonaba la música cual señal para que empezaran a ocurrir cosas extrañas. En una de las casas del pueblo, se abrió una ventana por la que vimos la cabecita de una chiquilla, estaba triste, en su pueblo triste. La cabecita pareciera que nos escuchara y nos invitara a pasar, -aunque ella estaba encerrada bajo llave en una habitación gris o mejor dicho, blanco y negro-, y pasamos… aquella casa era la casa más grande del pueblo y los dueños los más ricos de la comarca. El hombre, un profesional en el arte de torear y otras lides, -un entretenimiento, vicio u oficio que por aquellas tierras daba a ganar al que lo practicaba mucho, mucho dinero-, “el torero”, que así se hacía llamar, había enviudado, y en segundas nupcias estaba casado con la terrible madrastra, una bella mujer que con su riqueza vivía feliz y despreocupada, se adornaba con sortijas, brazaletes y collares y sus trajes eran como de princesa, todos grises, o mejor dicho blanco y negro. Blancanieves que así se llamaba la niña fue arrastrada de los brazos de su abuelita por la áspera mujer de su progenitor, pasó días muy, muy desconsolada, enclaustrada y haciendo labores de sirvienta. Hasta que un día la humilde y pacífica niña después de años pasando calamidades, acompañada del valor y el pensamiento se escapó. Sí, amiguitos, se marchó al bosque. Desconsolada y más sola que nunca, se sentó llorando debajo de un árbol, y quiso la suerte que en un instante acertara a pasar por allí un hombre pequeño y alegre, vestido de campesino de los pies a la cabeza que mirando a la jovencita tan triste y desamparada, se conmovió de tal forma que enseguida llamó a sus hermanos. Conviene que nos detengamos aquí, pues estamos llegando a la casa de los siete enanitos del bosque y de sobra sabemos que todos, uno tras otro, irán presentando sus conclusiones y ofertas para que la jovencita se quede a vivir con ellos… Cuentan pregoneros y charlatanes que fueron felices y comieron perdices… Alguien también dijo que la muchacha marchó con este grupo itinerante y aprendió el oficio de sus siete-seis camaradas y que fue famosa por ello… Seguramente muy, muy rica,… Ya os dije al principio: era un pueblo triste y sombrío… y gris, o mejor dicho blanco y negro.
El guión de Pablo Berger hace una excelente mezcla entre el drama y la tragedia, batiéndose de modo ajustado en una oscuridad de sentimientos, con una estructura perversa y castradora y una gran potencia de la narración visual. Excelente la fotografía de Kiko de la Rica, el trabajo de diseño de producción impecable, la música de Alfonso de Vilallonga, plena como elemento conductor, brillante puesta en escena y sumamente original. Pero a pesar de estos ingredientes, cuando terminamos de ver la película, nos damos cuenta de que no es la obra maestra que nos han recomendado, pues peca principalmente de exceso, en escenas tipo flashbacks, en la maldad sin sentido del personaje principal y en la sobreactuación en algunas escenas y ocasiones, cargas todas ellas que privan de su presumible eficacia al desarrollo de la historia.
La madrastra (Maribel Verdú), el padre (Daniel Jiménez Cacho), Blancanieves (Sofía Oria y Macarena García), la abuela (Ángela Molina), Inma Cuesta y muchos otros actores más desfilan sus rostros ejemplares: seguros, consecuentes, tranquilos, paseando a sus personajes con gran potencia interpretativa, buenas actuaciones más allá del hecho de que estén trabajando un buen guión o no.
Me gusta, es original y novedosa además ver una película de aquellos tiempos pero con las tecnologías que tenemos en la actualidad es una cosa que no se hace todos los días.
No tengo razones para decir nada contrario.
Muy buena tu critica Marel.
Me alegro que te parezca tan ideal, es una película de polémicas y conclusiones disparejas.
Un saludo