Crítica: Conducta
12 junio 2015 Deja un comentario
Ernesto Daranas, cineasta cubano, es un director tan arriesgado como innovador. Con un edificante guión, escrito por él mismo recrea una atmósfera donde lo más consciente es quizás, el encuentro escalonado con las propias vidas. Crítica de la película “Conducta”.
Daranas pone en debate valores arraigados en la sociedad actual, el esfuerzo del educador y la solidaridad como motor para conseguir una vida mejor, y para ello cuenta la historia de Chala (Armando Valdés Freyre), un niño de once años cuya vida transcurre en un ambiente de violencia, con una madre adicta a las drogas y al alcohol y perros de pelea para sostener su hogar. Este niño, que acude a la escuela sin despojarse de su marginalidad y conflictividad, tiene una relación especial con su maestra Carmela (Alina Rodríguez). Carmela es una señora mayor que ha visto pasar dos generaciones por la escuela y que ya no transige con nada de lo que le dicen los unos o los otros, sabe decir lo que desea para cumplimiento de su deber, no solo como maestra sino como ser humano.
Conducta”, que cuenta en la producción con el Ministerio de Cultura y el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, construye una reflexión sobre la responsabilidad. Realmente dinámica y con un desarrollo riquísimo, así es la nueva película del director cubano, evoluciona suave pero constantemente va fundando a los protagonistas. No puedo distinguir a un personaje principal por encima del resto porque en realidad en esta película el más destacado personaje es la imagen de Cuba, de fondo tanto visual como en el desmenuzamiento del mensaje, insistiendo en guiños a la historia política que desde hace tantos años se vive en la isla, de la suerte de un país, de sus formas y gestos. Esta película sin duda logra recrear y reflejar la realidad de muchos cubanos, personas que no tienen casi nada y están resignados a luchar contra la adversidad.
El personaje de la mujer como aclamación de su identidad, dejando un poco de lado la primogenitura masculina, haciéndonos conscientes de que la respuesta femenina ante esa sociedad a lo largo de los años tampoco tiene mucho que ver con la imagen que recibimos. Entre sus mensajes, “Conducta” nos demuestra que la mujer persigue solo un sitio, un lugar para su reafirmación. En la película es una maestra como pudiera ser de cualquier otra profesión pero en este caso, acertadísima y llena de misión. Dejo algo que ella dice, de lo mucho que cuenta: “Todos los años tengo un “Chala” en el aula, ninguno pudo más que yo, porque en el fondo todos son muchachos. Hay cuatro cosas que hacen a un niño, la casa, la escuela, el rigor y el afecto, pero cuando cruzan esa puerta está la calle y un maestro necesita saber lo que le espera ahí fuera. Antes para mí la vida era más clara y yo sabía para lo que preparaba a un alumno, pero ahora lo único que tengo claro es para lo que no debo prepararles”.
En el reparto: Armando Valdés Freyre y Alina Rodríguez, buenísimos. Silvia Águila, Yuliet Cruz, Amaly Junco, Armando Miguel Gómez y un buen ramillete de niños de la calle, hacen un trabajo excelente y digno de resaltar. La fotografía, de Alejandro Pérez. Merece destacar también porque así lo requiere este trabajo, la figura del niño en la terraza-refugio cuando se siente invalidado y saca su paloma a volar, este simbolismo aparece en más de una ocasión, resaltando el factor y la intensidad del mensaje.
Escribo esta reseña al son de la música de un Son cubano y pensando todo el tiempo que desde “Fresa y Chocolate” (Tomás G. Alea, 1993) no me había resultado tan interesante una película de Cuba. El origen de esta demostración radia, a mi juicio, del reflejo de las variables de un cambio que con el tiempo se sabrá si fue acertado o la continuación para un segundo orden.
Véanla.
Son momentos para ver cine didáctico, cine que ayude a mejorar en el amor y así en la victoria del compromiso social. Hay que agradecer a los cineastas que sigan recurriendo al talento para construir sensibilidades.
Cuéntame…