Crítica: Tren de noche a Lisboa

Cartel de Tren de noche a LisboaPascal Mercier en 2004 escribió en alemán una novela filosófica solo que en 2008 se publicaría en inglés. Convertida en un best seller internacional, ahora con guión de Ulrich Herrmann y Greg Latter, Bille August dirige el largometraje con el mismo título. Crítica de la película “Tren de noche a Lisboa”.

El profesor de latín, Raimond Gregorius (Jeremy Irons), un día, en la ciudad suiza de Berna, en el puente de Kirchenfield, ve como una chica joven quiere lanzarse al vacío para ser arrastrada por las aguas del río Aar. Inmediatamente reacciona y le salva la vida, la lleva al colegio donde imparte clases y le dice que espere, pero la chica desaparece sin dejar más rastro que un impermeable y un libro del autor portugués Amadeo Prado junto a un billete de tren para Lisboa. Sin pensarlo, Raimond coge el tren para Lisboa y viaja leyendo con gran interés las frases del libro. Cuando llega a su destino tendrá noticias de Amadeo Prado, un médico portugués durante la dictadura en Portugal de Antonio de Oliveira Salazar. Prado es un pensador y Raimond se llena de sentimientos y atracción con frases como “cuando la dictadura es un hecho la rebelión es una obligación”, “al final todo se reduce a la idea que uno tiene sobre uno mismo” y muchas más que adornan las horas del triste profesor.

Un arco en dos tiempos domina la trama, llena de personajes que integran un tríptico de soledades y frustraciones.

Con esta estructura, que es su virtud, Bille August llega con un cine no de denuncia pero si de búsqueda del retrato oscuro de una dictadura en el año 1973. Es un buen ejercicio de estilo que bajo la apariencia de intriga sobre estructura política esconde reflexión, amor, ternura, celos y miedos.

Tiene un punto de partida y tiene un reverso, espantoso, maligno, que podría matizar la tragedia y darle personalidad pero no es algo que ocurra, August desaprovecha ese punto de turbación y en lugar de buscar ese camino tira hacia el endulzamiento de las palabras y el romanticismo y, en vez de ser un thriller político es un drama-político-romántico trufado de imágenes de Lisboa. Siempre es agradable sentir que estamos en la Rúa Concienciao para coger el entrañable tranvía de esa ciudad encantadora.

Imagen de Tren de noche a Lisboa“Tren de noche a Lisboa” es una película sencilla sin que eso sea un problema, es impecable, y cumple de un modo inexorable el camino del que se deriva, como ya los espectadores esperábamos. Narrada con solvencia en su ritmo lento, los diálogos son agradables, buena fotografía de Filip Zumbrunn y una excelente banda sonora a cargo de Annette Focks.

En el reparto Jeremy Irons, Jack Huston, Christopher Lee, Mélanie Laurent, Charlotte Rampling, Lena Olin, Tom Courtenay, Bruno Ganz, August Diehl, Martina Gedeck, Beatriz Batarda, Burghart Klaußner, Nicolau Breyner, Filipe Vargas y Adriano Luz, interpretando fiel y sutilmente en miradas, gestos y palabras. Destaca Jeremy Irons, que se reivindica con una actuación soberbia, encarnado en un hombre solo y vulnerable; no me olvido de Charlotte Rampling, que hace muy bien su bonito papel.

Me gusta sin subrayar y me quedo con una frase: “¿Si es verdad que solo vivimos una parte de la vida que nos toca, qué pasa con la otra parte?”

Crítica: Margin call

CartelSe piensa, con mucha razón, que el dinero es el sostén mágico de la vida y lo que gobierna nuestra sociedad: Crítica de la película “Margin Call”.

El debutante director de cine americano J.C. Chandor, dueño también del manuscrito del guion que da cuerpo a esta historia, nos acerca a la caída financiera del año 2008. Este film nos introduce en las profundidades de la invisible ambición como elemento esencial. La banca, juego de mercado de valores, juego neurótico donde siempre hay que ganar…

 J.C. Chandor muestra las oscuras armas con las que los de arriba, luchan para mantener su estatus, enfermando sus principios éticos y los sentimientos de las gentes que se mueven con ellos en el mundo de los negocios de acciones. El desconocido mundo bursátil con su insaciable e impúdica forma de vivir, con sus entresijos y encrucijadas, es el diario en la vida de ocho ejecutivos: San Rogers (Kevin Spacey), Will Emerson (Paul Bettany), Jhon Tuid (Jeremy Irons), Peter Sullivan (Zachary Quinto) Seth Bregman (Pen Badgley), Jared Cohen (Simon Baker), Sarah Robertson (Demi Moore) y Eric Dale (Stanley Tucci) trabajan en un poderoso banco de inversión. La clave del guion les sitúa las 36 horas anteriores al inicio del conflicto financiero: cuando Peter Sullivan, el programador con menos experiencia, revela información que prueba la irremediable desaparición de la empresa. Con ello se despliega un torrente de decisiones tanto morales como financieras que producen una conmoción en las vidas de los implicados en el inminente desastre.

J. C. Chandor en “Margin Call” lo traduce de manera perfecta. Ya sabemos que es una historia retrospectiva pero actual en su totalidad, en su planteamiento. Despidos, desprecio al trabajador medio, además de otras formas de marginación a tantísimos seres de nuestro maltratado planeta.

“Margin Call” contiene un signo fenomenal y profundo que aborda a sus personajes con hondura. Realismo patente acompañado por diálogos en esencia sensatos, los actores dotan de vida a esos personajes de dudosa moralidad y decencia de manera extraordinaria, transmitiéndonos toda su complejidad, a la vez que nos invita a juzgar sus sentimientos. Viendo “Margin Call” vives el cine pero de distinta forma porque sabes que estás viviendo dentro de la propia realidad que te daña. Coexiste una puesta en escena perfecta, colosal si la cámara se mueve y si se queda quieta, fantástico. Pero todas las acciones parecen invisibles al ojo del espectador. Todo está narrado con claridad y se mueve con rigor. El espectador deduce detalles escondidos basados en un ingenio presente en las interpretaciones y en la organización escénica, en las prudencias o en las señales. Un reparto de lujo para una película que lo merece.

Un film escalofriante sobre seres humanos depredadores, reyes de la codicia y el artificio de la sociedad moderna.

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