Crítica: Thor

CartelKenneth Branagh, el director de cine más shakesperiano, originario de Belfast, Irlanda del norte, me invita a hacer la crítica de la película “Thor”, basada en el comic de superhéroes Marvel, de Jack Kirby y Stan Lee en cuyo tratamiento predomina una mezcla de temas mitológicos con la ciencia ficción y la fantasía.

El dios del trueno, Thor (Chris Hemsworth) es un orgulloso e insatisfecho guerrero de Asgard, hijo del dios nórdico Odin (Anthony Hopkins). Un día, sin permiso de Odin, Thor obliga a Himdall (Idris Elba) a montar el puente arcoíris para pasar a tierras enemigas. Por culpa de esa imprudencia reaviva rencores dormidos de sus contrarios, los gigantes de hielo. Como purgatorio, su padre Odín lo castiga desterrándolo a la Tierra para que viva entre los hombres y descubra así el verdadero sentido del sometimiento. Cuando llega aquí abajo, en nuestro planeta se encuentra con Jane (Natalie Portman), Erik (Stellan Skarssgard) y Darcy (Kat Dennings), tres científicos que investigan en el desierto de Nuevo Mexico. Thor  les interesa como fenómeno curioso pero, a la guapa Jane, ese chico rubio tan atractivo, le interesa por algunas razones más. Thor necesita recuperar el Mjduir o martillo mágico, que es lo que le hace falta para desempeñar su poder, pero le va a ser muy complicado y más cuando como por arte de magia aparece su hermano, el envidioso Loki (Tom Hiddlestom). Los unos y los otros guerrearán sin descanso.

A Kenneth Branagh no le recuerdo trabajando los efectos especiales ni la acción trepidante. Sus obras anteriores, “Enrique V”, “Hamlet”, “Los amigos de Peter”, “Mucho ruido y pocas nueces”, “Otelo” y tantas otras, no nos hacían presagiar lo que sería “Thor”, en este caso, una combinación de cine épico de acción y aventuras de derivaciones visuales con extraordinarios y excesivos efectos especiales y cuyo enfoque dentro del circuito de este arte se encuentra en plena cúspide, puede que sea casi ineludible que se haga de ella un título controvertido. Branagh hace caso omiso de sus expectativas narrativas convencionales e impide la identificación del espectador con su forma, perdiendo así la lucrativa primacía de que había gozado durante todo su recorrido profesional. “Thor” puede ser para el director norirlandés, un punto de inflexión en su carrera y una nueva expectativa para sus seguidores que ya le teníamos ubicado dentro de un estilo cinematográfico.

En “Thor” predomina claramente la belleza del escenario cuidado, de los diálogos estudiados, de la música lograda y su original utilización del color, pero no se ve riqueza temática, seguramente será para dar más realce y fidelidad a su condición de comic, creo que se abusa de las indulgencias de los efectos especiales y aparecen demasiados clichés usuales en este tipo de películas. “Thor” cuenta con interpretaciones aceptables, entre ellas la de Anthony Hopkins, es uno de esos raros casos en que, cada vez que se contempla, se le descubre una perspectiva nueva. El enfoque relajado e improvisado con que se ha abordado la realización de la película, se refleja claramente en la soltura de las interpretaciones.

Para algunos espectadores, el carácter liviano de la película les puede resultar enojoso, pero otros se siente fascinados con sus  ambigüedades, y con la valentía y la complejidad de una apuesta que trata no sólo de mostrar una historia, sino de descubrirnos el nuevo talante cinematográfico del admirado: Kenneth Branagh.

Alguien dijo, pasable… Yo me quedo con el Kenneth Branagh de Shakespeare y Mamet.


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