Crítica: Sombras del tiempo

CartelPartiendo de un guion de Florian Gallenderger y de su propia dirección, nos encontramos un retrato arquetípico de la esclavitud infantil. Crítica de la película “Sombras del tiempo”, una historia concebida por el director alemán como la condena del miedo y la indecisión.

La película empieza cuando un hombre mayor entra en una antigua fábrica de alfombras ahora abandonada, pasa lentamente de una estancia a otra, avanzando lánguidamente por espacios desolados, encuentra algo que le es familiar y allí se queda parado, un rato, inmóvil, intentando asimilar las emociones. De pronto, se da cuenta que no ha pasado el tiempo que está todo vivo en su memoria. Una niña: Masha (Tannishtlla Cahtlriee) y un niño: Ravi (Prashant Narayanan), esclavos sin remedio en la región india de Bengala por el año 1943, donde las clases más bajas tienen casi la misma situación que los presos. Por entonces, en el país manda Gran Bretaña y los niños son mano de obra sin gastos, muchas veces su única paga es la comida. Masha y Ravi son dos niños pequeños explotados que trabajaban juntos en la fábrica de alfombras. La vida se encargará de decidir lo que será de sus existencias.

Con referencia a esta película, Florian Gallenderger, en una entrevista de hace tiempo, explicó cómo se trasladó a la India durante más de año y medio para investigar las costumbres y formas del país. Cuando tuvo la certeza de la autenticidad formó el guion que hoy disfrutamos. Realmente “Sombras del tiempo” tiene el mérito de llevar algo de la magia que desgrana la cultura de ese gran país.

Como si salieran de un abanico que se fuera abriendo, así vamos conociendo a los personajes, introduciéndonos en su sentir a partir de finos pormenores que nos irán cautivando, tan inocentes, indefensos y sumisos, en un mundo de malos tratos incluso en situaciones disparatadas.

A modo de reflexión el director nos plantea un duro panorama de las penalidades que puede pasar el ser humano… pero el lado romántico es tan fuerte y la ternura nos pone un espejo tan bonito, que sólo se puede catalogar a “Sombras del tiempo” como una bonita película romántica. A destacar, la ambientación, realmente maravillosa, dotando a la imagen de coloridos escenarios en toda su exposición, los vistosos diseños; la música de Gert Wilden Jr., que subraya delicioso con su eficaces e insistentes partituras; la fotografía de Jurgen Jürges, que confiere un sello inconfundible, y lo principal, su director, Florian Gallenderger, que al utilizar la prosa narrativa, de alguna manera, hace un relato sistémico y absoluto. En “Sombras del tiempo” las cosas suceden de forma lenta y no necesariamente como se había planeado, la historia emociona pues tiene todos los ingredientes imprescindibles para llegarte y prender el lado más romántico de tu corazón.

Vida dura y exigua, en medio de la opresión, de esa esclavitud que se nos cuenta con tanto detalle, casi con ternura. Y es precisamente ese dato, ese afán por lo pequeño, lo que caracteriza a “Sombras del tiempo”.

Los recuerdos: vehículo que nos trae experiencias del pasado…

Crítica: Los descendientes

CartelDos fuerzas combaten a lo largo de la película. Viene cargada de buenas intenciones desde el humor, al tiempo que infunde fuerza la dramática situación de la trama. Una y otra totalmente opuestas, en este caso, combinan con un alto grado de armonía. Critica de la película “Los descendientes”.

Alexander Payne, junto con Nat Faxon y Jim Rash compone el guion de “Los descendientes”, basada en la novela de la escritora estadounidense Kaui Hart Hemmings.

Dirigida por Alexander Payne, empieza con la voz en off  de Matt King (George Clooney), un hombre casado y padre de dos niñas. En este momento está releyendo su pasado, se plantea reconsiderar el futuro en un momento en el que su esposa sufre un accidente en una embarcación a las afueras de Waikiki.  Matt King tiene miedo, pero su miedo tiene relación consigo mismo, con algo latente en su interior y no tanto con quienes le rodean. Nada puede saberse con certeza de los remordimientos que fabrica su mente pero se intuye la niebla que turba su espíritu. Matt  se arrepiente de haber tenido a su familia desatendida e intenta compensar el trato que tiene con su hija, Scottie (Amara Miller), de 10 años, y Alexandra, de 17 años (Shailene Woodley), al tiempo que toma la decisión de vender la tierra de sus antepasados. Sus primos y él son dueños de una parte de las últimas parcelas vírgenes de playa tropical de la isla, que fueron parte de un legado de la realeza hawaiana. Matt debe de replantearse totalmente su vida, sin dejar atrás el trato por la venta de los terrenos. Transformará recuerdos y sueños en pesadillas durante una semana. Acompañado por sus hijas a lo largo de su complicado camino, vivirá  encuentros distraídos, confusos y graves, pero este hombre fuerte, finalmente está en vía en la recuperación de su existencia y la de sus queridas  hijas.

La tendencia de Alexander Payne a fragmentar la narración y hacer paralelismo con ella, acercando acciones y momentos distintos entre sí, se aprecia en “Los descendientes” más que en cualquiera de otra de sus obras (Election, Entre copas, Paris je t’aime, entre otras). Todo se mueve cerca de la tormenta pero sin llegar a desencadenarse el vendaval, Payne disgrega sus posibilidades, entretiene con suficientes ingredientes para proponer un divertimento muy al gusto del espectador. Junto a esto el gran calado de construcción del guion. También cabe mencionar el magnífico trabajo de Phedon Papamichael al cuidado de la fotografía, sin olvidar la gran labor de producción que promueve ese diseño tan, tan… hawaiano, que puede ser incluso llamativo. Los personajes en manos de los actores se convierten en auténticos, donde todo es lo que parece y creemos lo que se nos cuenta. George Clooney pasea a Matt King de manera extraordinaria.

Resumiendo, una película entretenida donde el lado cómico, solapa, sin anular a la parte dramática de la historia.

Crítica: El niño de la bicicleta

CartelA los ojos de un espectador exigente, el rasgo más notable de la película puede ser la forma en que se trabajan los elementos propios del realismo cotidiano, pero en general y mirándola desde el peso de sus distintas facetas, esta obra netamente artística agradará por cada uno de sus estudiados detalles. Crítica de la película “El niño de la bicicleta”.

Narra la peripecia vital de un chico de once años Cyril Catoul (Thomas Doret) que vive en un colegio para niños abandonados y que en una mañana de caluroso verano, valiéndose de tretas estudiadas, se escapa. Su padre no responde al teléfono, no viene a verle, no da señales de vida. Cyril no puede dar crédito a la idea de que su padre le haya abandonado. Con el corazón desfallecido y el cuerpo agitado por un temblor nervioso llega a la que fue su casa, pero se encuentra que allí no vive nadie. En aquel momento a Cyril Catoul le hubiera gustado tener a alguien en quien refugiarse pero no hay nadie a su alrededor que le dé consuelo. Desesperado y temiendo que sus cuidadores le encuentren, se tropieza con Samantha (Cécile De France) una mujer joven y cariñosa de profesión peluquera, que hará que la vida del pequeño tome un camino diferente, aunque juntos pasarán por demasiadas contrariedades.

 “El niño de la bicicleta” es una película tierna, que narra de forma tranquila los problemas y valores de la vida. Es un trabajo realizado por los hermanos Dardenne, del que también son guionistas. Una historia entrañable, con una gran lección de filosofía.

Ofrece desde un reducido espacio, todo el dolor y el desarraigo, a la vez que la más auténtica expresión humana. Como siempre, Pierre y Luc Dardenne dibujan diferentes contrastes entre los personajes y no nos deja de sorprender la perfección de “El niño de la bicicleta” en los pequeños detalles del entorno habitual, la poesía que encierran muchos momentos en las cosas más sencillas, en las menos destacadas; es tan liviana, tan sutil que casi pasa desapercibida y ciertamente es el corazón de la narración.

Muy bien por Thomas Doret, metido en la piel de Cyril Catoul, gran trabajo de Cécile De France, como Samantha, la cariñosa protectora de chico, el dúo aporta una enorme cuota de solidaridad, amor incondicional y compañerismo. La música tiene momentos realmente gloriosos, los compases de Emperador de Beethoven adornan maravillosamente el drama.

Perfecta desde la intención y con fuerza desde la convicción.

Evocadora, un poso de cine agradecido.

 

Crítica: Milllennium: Los hombres que no amaban a las mujeres

CartelPelícula sorpresa que acapara una buena cantidad de premios en diversos festivales del continente americano, cuya base argumental de la historia es la desaparición de una chica joven. A partir de ese momento, y en casi el primer nivel de lectura, la película deriva hacia uno de esos thrillers que mantienen al espectador pegado a la butaca. Critica de la película “Milllennium: Los hombres que no amaban a las mujeres”.

Henrik Vanger (Christopher Plummer) recibe cada primero de noviembre por su cumpleaños flores comprimidas y enmarcadas. Era el regalo que solía hacerle su sobrina, desaparecida treinta años atrás. Mikael Blomkvist (Daniel Craig), actualmente con algún problema de credibilidad por enfrentarse a un poderoso financiero, es redactor de la revista Millennium, dedicada a destapar oscuras tramas. La noche de Navidad recibe el encargo de Henrik Vanger, a través de su abogado, de retomar una investigación del año 1966, caso, ya cerrado por la policía. Un encargo que sorprende a Mikael, pero que acepta con algunas condiciones favorables para las dos partes. Metido en la investigación conocerá a Lisbeth Salander (Rooney Mara), una mujer con problemas de adaptación social pero con portentosas y originales cualidades.

He aquí una película que ha provocado toda clase de comentarios.

Basada en el guion de Steven Zaillian, de la novela best-seller internacional “Milllennium: Los hombres que no amaban a las mujeres”, primera parte de una saga de tres entregas, que ya fue adaptada por Niels Arden Oplev a la gran pantalla en el año 2009 con Michael Nyqvist y Noemi Rapace como protagonistas. En esta ocasión está interpretada por Daniel Craig y Rooney Mara, y su director se embarca en un velero, sutilmente cambiado de aires. A David Fincher le debemos un conjunto de buenísimas películas, El club de la lucha, Seven, La red social, The game, Zodiac, y muchas más creaciones con las que nos deleitó, y en enero de 2012 nos presenta su nuevo trabajo privado de originalidad. Sin embrago, aquellos espectadores que esperen una decepción, están fuera de lo cierto, la nueva versión de “Milllennium: Los hombres que no amaban a las mujeres” tiene tono propio, sólido y firme. Está llena metáforas visuales, de riqueza musical, vive en su centro la cualidad inteligente de un clásico, hilvanado con una especial estructura que la hace intensamente independiente, un suspense bien trabado y escenificado, y unos diálogos que nos dan lo que esperamos de Steven Zaillian, guionista también de las famosísimas La lista de schindler, American gangster y Todos los hombres del rey, esta última también dirigida por él.

Pero retomando lo dicho: nos gusta que directores tan principales como David Fincher nos concedan la posibilidad de nuevas intrigas, ideas renovadas, trabajadas de la forma magnífica con que lo hacen siempre, pero innovando.

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