Crítica: Katmandú, un espejo en el cielo

CartelComo en toda la filmografía de Icíar Bollaín, su nuevo trabajo fluye entre momentos geniales de gran tensión y sentimiento, y otros llenos de complicidad y mensaje. Crítica de la película “Katmandú, un espejo en el cielo”.

Tensa e imaginativa historia, que nos describe la vida real de Victoria Subirana, una mujer catalana que, viviendo feliz en su país, lo dejó todo por ayudar a los niños de Nepal. El argumento que fluye de la pluma de Bollaín nos sitúa en Katmandú, la capital y Mustanq, el último reino perdido del Himalaya; nos recrea y enseña las calles de Patan y Bhaktapul, a donde Laila (Verónica Echegui), una joven maestra llega desde España dispuesta a trabajar en la escuela, poco a poco descubre todo lo que contiene ese mundo desolado de piedad, la pobreza y la miseria lo invade todo, la marginación es total, y… desconocida es la solución. Desolada, a la vez que fuerte en su empeño y con muchísimo esfuerzo, emprende su proyecto pedagógico, luchando contra la corriente costumbrista y cultural. Tiene Laila una perfecta aliada en su amiga Sharmila (Sumyata Battarai) una maestra del lugar, y una encantadora mujer, Tsering (Norbu Tsering Gunung). El hombre al que Laila se une en matrimonio, para que no la expatríen, es otro punto de apoyo para la voluntariosa mujer. La vida en ese lugar será muy dura y complicada, en medio de una gran expiación de injusticias, que encierran la propia alegoría de la vida en cualquier parte del mundo.

Rodada en localizaciones maravillosas, todo el encanto de los escenarios hechiza y queda vívidamente reflejado en la pantalla, donde las montañas del Nepal, la nieve, los coloridos tonos e incluso el aire que no se ve pero que se percibe, se convierten en personajes de este emotivo análisis del sufrimiento de una mujer idealista que quiere que lo indigno se vuelva humano. Pudiera ser que “Katmandú, espejo en el cielo” no fuese la mejor película en la fulgurante carrera de Icíar Bollaín, pero qué importa ese dato, cuando se nos muestra un trabajo tan serio y tan elegante. Bollaín ingeniosamente, toca temas diversos que va encajando de forma adecuada en el recorrido de esta historia mitad realidad mitad ficción, con un soberbio sentido de la oportunidad nos habla de tantos temas sociales en dos horas catorce minutos de proyección, que la película pasa a ser mínima en su recorrido. Con gran inteligencia la directora opta por resaltar los aspectos mas tiernos y solidarios del personaje de Verónica Echegui, que hace un papel muy entregado y por el que está nominada a mejor interpretación femenina en los próximos premios Goya. Me gusta mucho la interpretación de Sumyata Battarai y de Norbu Tsering Gunung. Es llamativo, me pasó igual el año pasado con “Antes de la lluvia”, los segundarios hacen una actuación desmesurada. La fotografía de Antonio Riesta, la música menuda de Pascal Gaine y el guión por el que está nominada Bollaín forman un conjunto agradable, lleno de buenas intenciones.

Destaco en esta película un momento en el que Laila y Tsering, rodeados de montañas descansan de una caminata, y hechizado por el paisaje y mirando al infinito el chico dice: “un puñado de tierra, mi espejo en el cielo”… Emocionante momento, que me ha transportado a una perecida ubicación en mi querida sierra de Montoro-Cardeña, “Un puñado de mi tierra, mi espejo en el cielo”.

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