Flor del desierto
30 abril 2010 2 comentarios
La directora americana Sherry Hormann nos trae una película con la que saca a la pantalla a una mujer digna de admirar.
Es la vida de Waris Dirie, que por culpa de una tradición absurda y retrograda pasa de ser una niña feliz a ser una marioneta de su destino. A los cinco años le practican la ablación y ya para siempre tendrá esa sombra que condiciona su existencia. Como puede sale de aquellas tierras tan queridas y tan mal gobernadas de Somalia, sin tiempo de llantos ni para acordes solemnes, el cielo de allí arriba está demasiado distante y ella necesita guiar sus pasos y sus pensamientos, crear sueños, descubrir las virtudes del ser humano que seguramente existen. A los trece años con una absoluta falta de medios se agarra a la esperanza y mira al mundo con esa mirada suya rebosante e infinita, son muchas trabas las que el futuro le tiene reservadas pero es una superviviente y después de muchas dificultades logra tener una vida de calidad humana. Dirie se convertirá en una gran modelo, escritora, embajadora de la ONU y en un ejemplo para muchas otras pero la imagen que siempre llevará en su corazón será la de su infancia antes de que “aquello” ocurriera cuando aún era feliz.
La película es de difícil análisis y valoración, por un lado el fuerte contenido de fondo con que nos encontramos: un crudo documento sobre cómo la protagonista es víctima de una tradición injusta y que además las mujeres asumen porque es la garantía de su virginidad y el salvoconducto para que el hombre la respete y la ame; por el otro, la relajación de la directora ante una historia tan relevante que sería ideal para sensibilizarnos con una puesta en escena mas impactante. Sólo tiene puntuales destellos de inteligencia cinematográfica para una película que podía haber sido de gran formato. Aunque los tramos inicial y final tienen diez minutos de meritoria intensidad y algún vestigio de talento, el resto del metraje desfallece sin remedio, pues no tiene más pretensiones que mostrar la realidad para que la analicemos reflexivamente, con lo cual hace perder mucha parte de su credibilidad cinematográfica.
La actuación de Liya Kebede, brillante, dando vida a una mujer dentro de un laberinto en un mundo de tinieblas, que sueña con una realidad preñada de libertad. No se puede decir lo mismo de Sally Hawkins que sobreactúa irritantemente como ya lo hizo en “Happy: un cuento sobre la felicidad”, haciéndose incomoda y desconcertante.
En cualquier caso, lo mejor es el auténtico interés humano y social de la historia, una realidad que debe convivir con todas las personas aunque no seamos conscientes de ello, aquí hay una denuncia expuesta con la que debemos ser solidarios. Un llamamiento a los derechos humanos, desde el discurso de una mujer que gracias a la posición social adquirida tiene su pulpito para la llamada. Gracias a los escritos y discursos de Waris Dirie catorce países africanos prohibieron la ablación en el año 2007, sin embargo otros muchos gobiernos no se hacen solidarios aunque saben las graves consecuencias de esta atrocidad.
Según la ONU todos los días seis mil niñas la sufren.
Waris Dirie ha sido embajadora de la ONU en África, siempre a favor de los derechos de las mujeres y los niños. Publicó un libro con la historia de su vida del cual Sherry Hormann ha sacado el guión para este film. Ha publicado varias novelas sobre la mujer africana. Es ponente en numerosas conferencias y coloquios, siempre defendiendo la libertad y la dignidad de las mujeres en África y en contra de la mutilación genital femenina.
La mujer que hace la ablación en la película es realmente la que durante cuarenta años la practicó a miles de niñas, lleva tres años concienciada y ahora se niega a hacerlo.
Esta película ganó el premio T C M del público en el pasado Festival de San Sebastian.
De vuelta en Madrid. Cantabria y Asturias perfectas. Lo que no conocía: a la altura de cómo lo había imaginado y más. Nunca anteriormente estuve en Santander. Ahora estoy enamorada de esa bella ciudad. He conocido lugares divinos. También he convivido con buenas gentes, personas divertidas, abiertas, encantadoras, muy afines a mis costumbres y aficiones.
Desde aquí esta noche, miro por la ventana y con claridad casi tangible, veo, a mis compañeros de viaje, los sevillanos, con su simpatía sin igual, a los magníficos villarealences enormemente agradables, a las cordobesas, a la parejita de jovencitos, encantadores todos. Unos días que repetiremos.
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