Crítica: Air Doll
29 junio 2010 4 comentarios
Hirokheu Koreeda, creador de las excelentes películas como “After Life”, “Nadie Sabe” o “Still Walking”, en esta ocasión construye una metáfora donde surrealismo y matices de humanidad bailan al mismo tiempo. Poesía de lo cotidiano.
Nozomi (Duna Bae) está sorprendida, su cuerpo acaba de despertar, sus ojos tienen luz, en su repentino despertar no sabe, no intuye, le sorprende todo, mira para los lados, para el frente, su escenario es muy limitado, un cuarto de un apartamento en un barrio antiguo de Tokio, se asoma a la ventana, siente la lluvia en sus manos, nota su fresca textura y más sorprendida si cabe, vuelve a mirar a su alrededor, en la habitación una cama algunos muebles mal distribuidos, ropa de hombre descolocada y un armario de donde cuelgan una buena cantidad de vestidos de su talla, de camarera, enfermera, cabaretera, azafata, colegiala. Ella se pone el de doncella y sale a la calle, sola, en las avenidas, las plazas, en el parque, en una ciudad donde no llama la atención pues descubre que las gentes, como ella, caminan solas. Nozomi tiene todo un día para explorar, por la noche cual cenicienta debe volver a su casa donde el hombre, su dueño, Hideo (Arata) regresa de trabajar, y ella de nuevo será el ser sin vida, el objeto sumiso, la muñeca de aire de satisfacción masculina, él le hablara sin esperar respuesta, la obsequiara sus piropos, la llevará a la cama, la colmará de atenciones en agradecimiento a su entrega sin protesta, pero mañana cuando amanezca y él se vaya a trabajar, nuevamente Nozomi sale a la calle todo el día, ansía descubrir, ha perdido mucho tiempo. Un día al pasar por un videoclub, algo la invita a entrar, allí conoce a Junichi (Sumiko Fuji) un dependiente, después amigo, que a través de las películas le enseñará a hablar, a relacionarse y a introducirse en el mundo actual, la ingenuidad de Nozomi la llevará a sentir que lo bello convive con lo brutal, en este mundo en el que habitamos, consumido por las dentelladas de la enorme enfermedad que padece.
Para nosotros, “Air Doll” no es una idea nueva, Berlanga con su película “Tamaño Natural” ya nos mostró la convivencia de un hombre con una muñeca hinchable. La propuesta de Koreeda es otra, contiene un trasfondo más duro y más real, partiendo de lo básico e irreal del tema. No se centra en la convivencia del hombre marginado-muñeca, va mas allá, al sacar a la calle al ser delicado, inocente, todo ojos para ver el mundo actual, su soledad, sus miserias, nos está mostrando por medio de la excelencia de su cine, a nosotros mismos.
Koreeda continuamente nos coloca en la posición de formar hipótesis, para lograr entender el fondo de sus mensajes, siempre soslayados, pero encaminados a que los espectadores captemos su discurso.
“Air doll” es una profunda historia en cuyo análisis podemos encontrar tantas lecturas que nos perderíamos al enumerarlas, analizando la belleza intrínseca a través de una lente de inocencia y con una mirada especial, Nozomi se crea una vida paralela, buscando respuestas sobre lo humano, conoce a seres que en todo momento han estado ahí, han convivido con ella, descubre el ser terrenal, universo de personas, que no le puede explicar qué es la vida en ese mundo complejo. Poco a poco, al relacionarse siente que aunque el material de fabricación es distinto, por dentro están igual de vacíos que ella, explora en las complejidades de la sociedad, la soledad de la vida urbana, las debilidades de la existencia, descubre que las cosas de aquí tienen el sentido que se le quiere dar, que somos parte de un sistema mezquino de valores muertos.
En el reparto tenemos a grandes intérpretes de la escena, representando personajes pintorescos que salen a escena dando un matiz variado, y mostrándonos que todas sus vidas parten del mismo lugar, Duna Bae es sorprendente, nos remueve por dentro con su interpretación, construye una muñeca dotada de una capacidad estática enorme, dándole una identidad encantadora.
“Air doll” es una metáfora sobre el vacío de una colectividad que suple su falta de amor con sustitutivos, sin tener el valor y la fuerza de asirse los unos a los otros y disfrutar de lo maravilloso y portentoso de la pura esencia que es lo humano.
Muy recomendable.
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