Crítica: Habemus papam

CartelMi comentario de cine de hoy lo dedico al actor, productor, guionista y director italiano Nanni Moretti y a su nuevo trabajo: Crítica de la película “Habemus papam”.

Aunque el polifacético Nanni Moretti ya demostró su talento en el año 1976 con “Soy autosuficiente”, una comedia contestataria y utópica, y en el año 1978 fuese nominado a la Palma de Oro por “Ecce bombo”, su consagración como representante del nuevo cine italiano vendría en el 1981 de la mano de su película “Sueños dorados”, la historia de un exitoso director de cine imitador, dominador y ególatra; con ella fue premiado en el Festival de cine de Venecia con el premio especial del jurado, se adentra más tarde en la profunda «Bianca», en 1984, y a partir de ahí toma fuerza y emprende una fecunda carrera cinematográfica brindando al mundo su punto de vista, salpicado de humor e ironía. Son dignas de recordar: “La misa ha terminado”, “Querido diario(Caro diario)”, “Abril”, “Vaselina roja”, “Caiman” y tantas más que nos sorprendieron de forma admirable.

Por su picado amenizado de muchas de las obsesiones humanas, por la madurez con que están trazados sus personajes, por su sentido autobiográfico y su egocentrismo habitual se dice que Nanni Moretti es Woody Allen a la italiana. Este director, y casi siempre actor de sus películas, llena la escena de socarronería inmoralidad y afecto, cuestionando realidades e implicando la política y la religión, que claramente se respira en todas sus obras, Moretti pasa por cada una de ellas trazando autopistas sin hallar para su lucha el sendero deseado.

Imagen de la películaAdoptando un sentido realista para adentrarse en el maremágnum de personajes con que al principio se enfrenta “Habemus Papam”, Nanni Moretti sabe apurar al máximo el misterio que puede extraer de sus elementos básicos, inyectando a continuación su característica picardía y estableciendo así el propio contraste. La historia comienza tras la muerte de un papa. Obispos y cardenales de todo el mundo se reúnen en la Capilla Sixtina para elegir a su sucesor, a continuación determinadas votaciones inútiles, que se anuncian con la salida de fumata negra, y al final la fumata blanca indica que «Habemus papam». Los creyentes se han agrupado en la Plaza de San Pedro esperando con aclamación y entusiasmo que el nuevo padre santo se asome al gran balcón de la plaza, todos esperan con inquietud, pero el nuevo papa no parece estar en situación de soportar el peso de tal compromiso.

El tema que implícitamente se señala constituye una experiencia audiovisual rica y provocativa, además de proporcionar una cómica pauta con innegables reminiscencias de lo que quisimos y no logramos alcanzar, tal como la seductora proyección que presenta el personaje de Michel Piccoli, retratando el enfrentamiento del hombre que no puede empujar a los demás sino que muy al contrario él necesita ser empujado. Michel Piccoli hace de su personaje un elemento fundamental y Nanni Moretti, como siempre, convierte la película en él mismo y sus reivindicaciones.

«Habemus papam» no es una crítica a la iglesia, es puramente otra parodia pulcra de Nanni Moretti, ávido representante y figura destacada de la cultura y el cine italiano.

Crítica: El gato desaparece

CartelCon énfasis en la intriga psicológica, esta película marca algunas diferencias con el cine que hasta ahora había ofrecido su director y guionista Carlos Sorín. Según la propia descripción del director, esta película está basada en una historia real similar a la que ofrece y saca para su cine a dos actores profesionales que son un gusto para el que los conoce y un placer descubrirlos para quien es la primera vez que los ve interpretar: Beatriz Spelzini y Luis Luque. Crítica de la película “El gato desaparece”.

Lo primero que aparece en la pantalla es el director de un centro psiquiátrico dándole el alta a un paciente, este señor explica leyéndolo de un papel que este hombre Luis (Luis Luque) ingresó por un brote de violencia durante el que agredió a un amigo. Según el enfermo, su amigo le había robado un valioso trabajo sobre filosofía de la historia en el que llevaba trabajando tres años. Luis, un renombrado catedrático de la universidad, ahora está en condiciones de volver a su trabajo y retomar su cátedra, esto dicen los especialistas, aunque debe seguir tomando su tratamiento. Su esposa Beatriz (Beatriz Spelzini) lo recibe con cariño y felices regresan a su hogar, una preciosa casa donde le espera su mascota, el gato Donatello.

El director argentino del que, en el año 2002, disfrutamos una bella subida a los destellos de la esperanza con su película “Historias mínimas”, dos años después, nos regalaba una gran pequeña delicia con “El perro”, para después en 2006 perdernos por calzadas de ternura en “El camino de San Diego”, y del que más tarde vimos “La ventana”, delicadísima pintura triste de vejez, reproduce en “El gato desaparece” una labor de estilo expectante de una pulcritud estricta. Todo el corazón de la trama interiorizado en el personaje de la mujer, Beatriz, y en sus miedos, se nos revela como una alusión a la que hace referencia su título. Ha de buscarse el contraste que existe entre los pensamientos de la mujer y la tranquila entereza del marido que soporta las fluctuaciones y las dudas de ella.

La simbología de debilidad poética con que Sorín trabaja esta obra está plagada de humildad y  está premeditada con precisión, dejando a un lado los moldes estrictamente comerciales; al principio nos guía sobre una esperanza excelente, después, llegamos a una inyección fabulosa en la que planos y planos primerísimos se asestan en la retina del espectador.

Imagen de la películaEn “El gato desaparece” todo está cimentado a base de pequeñas pinceladas tanto en el relato, como en el apartado técnico: una fotografía que juega con los rendimientos y las sombras de los personajes, favoreciendo a la insegura atmósfera del film, la programación de unos encuadres tan fieles como las piezas de un puzle, el generoso acoplamiento que los enlaza, la instauración de una disposición narrativa de ritmo desafiante y pausado y, por supuesto, el trazado que prepara todos los mecanismos que muestran filosófica y metafóricamente el mensaje que Sorín quiere plasmar.

La riqueza de la película hace realce de los actores que la interpretan y los actores de forma magistral hacen honores con sus interpretaciones a una película meritoria.

Crítica: London Boulevard

CartelTras haber entrado por la puerta grande en el mundo del cine, – es el autor del guion de Infiltrados de Martin Scorsese 2006 por el que obtuvo un Oscar-, William Monahan se estrena en la dirección. En esta su ópera prima trabaja el guion extrayendo la historia de la novela de Ken Brueny, lo transcribe y construye su forma. Crítica de la película “London Boulebard”.

Es un relato simple, nos cuenta como una bella, atractiva y extraña actriz, Charlotte (Keira Knightley) escondida del mundo en una casona de Hollan Park Londres, contrata a un jefe de mantenimiento que además debe de hacer de guardaespaldas. A Mitchell (Colin Farrell) que así se llama el hombre, le cuesta aceptar el trabajo, acaba de salir de la cárcel, es un delincuente del sur de Londres, y sale con la idea de borrar todo su pasado, cambiar de vida y ser un tipo respetable. No todo sale siempre como se programa y eso le pasa a Mitchell. Por culpa de su hermana Briony (Ana Friel), de antiguos amigos y sobre todo de la oscurecida Charlotte, nada puede ser nuevo en un mundo tan complicado como el que le encierra.

Esta historia presagia una buena película aunque queda en poco menos que un esbozo.

La película de William Monahan, aunque entretenida, no descubre nada nuevo, podría haber sido mucho mejor si se hubiese desarrollado algo más su poco acertado guión, más eficiente, encajando estimulaciones más concluyentes que las que nos presenta. A “London Boulebard” hay que observarla con prudencia, porque, simple y sencillamente, es un conato dentro del cine negro y de acción, la índole de la trama, intenta transmitir una mayor sensación de autenticidad , concurren combinaciones de acción distribuidas de forma ecuánime,  también vemos un tono global que entretiene por su nutrida afirmación vitalista, pero puede llegar a pasar para muchos espectadores, que a pesar de su técnica incluso del buen elenco de actores, la incierta visión general de Monahan, tenga su equivalente en la insensatez.

Colin Farrel apuntando con su armaDigamos que las interpretaciones de Colin Farrell, Keira Knightley y los demás actores que componen el conjunto, son acertadas dándole la convicción necesaria para dar fuerza desde el factor artístico. Escaseando todo lo positivo, destacamos la música de Sergio Pizzorno que sirve perfectamente para acondicionar la potencia de los escenarios alcanzando momentos placenteros para el oído del espectador.

Podría haber llegado a un aprobado pero es demasiado débil, creo que como muchas otras películas que actualmente tenemos en pantalla, no pasará a la historia del cine. No absorbe, no entretiene, ni siquiera atrae la atención del paciente espectador.

Crítica: Cinco metros cuadrados

CartelEsta densa crítica de la película “Cinco metros cuadrados” es consecuencia de la profunda impresión que me ha producido la fórmula cinematográfica de Max Lemcke, yo, engañada por un elenco de actores que en su mayoría ocupan la comedia, me encuentro de repente con un drama social afanoso y atinado en una historia indiscutible.

“Cinco metros cuadrados” intercepta el periodo que nuestra sociedad está atravesando y acoge ideas sumamente reales. Cuando hoy se habla de una pareja joven y la compra de una vivienda, no podemos menos que admirar y dudar del sentido adquisitivo de estos chicos, los precios y las políticas inmobiliarias nos infunden un enorme recelo. Sin embargo, en la mayoría de las familias españolas, hay sin duda algún joven que se encuentra sumergido en una deuda por treinta o cuarenta años, por un pisito que apenas si cubre lo imprescindible.

Durante muchos años hemos aguantado la funesta lacra de la especulación: una maquinaria de favores y mafias, por la cual el beneficio privado se mantiene indestructible, pisando y destrozando las necesidades y derechos de toda una sociedad. Pues, señores, de eso va “Cinco metros cuadrados”: el constructor, (Emilio Gutiérrez Cava), el político poderoso que levanta la mano para que éste construya (Manuel Morón), y Álex (Fernando Tejero) y Virginia (Malena Alterio), una pareja ideal, muy enamorados, que pasan de los treinta y que piensan casarse en un año. Un día, en la boda de unos amigos, coinciden con un antiguo conocido, Nacho (Secun de la Rosa) que les habla con mucha seguridad y confianza de unos bonitos pisos en un lugar privilegiado. La pareja, encantados con lo que la constructora les ofrece sobre un plano, compran su piso, situado a una distancia de quince minutos en coche desde la ciudad, ¡¡¡pero cuando esté terminado va a ser un lugar precioso, apartado pero, ahí mismo, casi se ve el mar!!! Para la entrada entregan una fuerte cantidad, -todo lo que habían ahorrado en mucho tiempo- y el resto a pagar durante muchos años. Álex y Virginia más adelante conocerán a Carlos (Jorge Bosch), un futuro vecino, bueno… tendrán ocasión de conocer a cantidad de gente nueva, pero no serán exactamente muy alegres sus encuentros.

Max Lemcke, director español muy conocido por todos por su serie de televisión “Gran Reserva”, comenzó a trabajar en la pantalla grande hace años siendo ésta su cuarta obra, rodó su primer trabajo en el año 2003 “Mundo fantástico”, al que siguieron “Casual day”, en 2007, y la serie antes nombrada en 2010, seguida su trayectoria con interés por gran parte del público medio, ha sido “Cinco metros cuadrados” la película que le ha dado éxito y un gran reconocimiento en el pasado Festival de Málaga, alzándose con una buena cantidad de premios. Con esta cinta nos entrega un estado emocional a mitad de camino entre la ilusión, la rabia y la impotencia. Su idea de captar la atención del espectador con un señuelo fuerte e impactante, nos conduce sin darnos cuenta al verdadero corazón de la trama. La bien construida historia de Lemcke engancha desde los primeros minutos y, muy pronto y sin artificios, nos transporta a la vida de los personajes.

Por fin, después de años viendo registros cómicos de Fernando Tejero, esta película me da la oportunidad de verle en un papel dramático con todo el sentido que la palabra domina, ese personaje con el que nos ha emocionado, ese hombre desesperado que progresivamente vemos que se deteriora y daña, y que el actor muestra admirablemente bajo su prisma original. De la misma manera, Malena Alterio saca su registro teatral desenvolviendo su papel y dándole solvencia a su personaje. Los dos actores construyen una pareja, donde la calidez y el encanto están por encima de todas las trabas. Presten especial atención a la escena donde los dos se sientan derrotados en la escalera de la casa de sus padres: impresionante. El resto del completo y particular elenco consigue extremar los rasgos que representan.

El éxito comercial de esta película puede estar subordinado a diversas oscilaciones, pero la historia tan bien contada, tan clara y con tal presentación de inverosímiles, pero tristemente cotidianos, acontecimientos nunca se pasará de moda.

“Cinco metros cuadrados” muestra la vergüenza que le debemos al sistema económico conforme está constituido en la actualidad, avasallando todos nuestros derechos fundamentales. Una repugnante lacra en la vida del trabajador.

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