Crítica: La vida de Adele
25 octubre 2013 1 comentario
Abdellatif Kechiche es actor, director y guionista de cine. Nacido el 7 de diciembre de 1960 en Túnez, nacionalizado franco-tunecino, comenzó su carrera en el cine en 1984 con la película «Té de menta”. «La culpa es de Voltaire«, en 2000, fue su primera experiencia como director y desde entonces con todas sus películas ha sido elogiado en festivales y certámenes, en donde también ha sido premiado por su faceta de actor. Con su nuevo trabajo, “La vida de Adele”, ha ganado la Palma de Oro y el premio FIPRESCI en el Festival de Cine de Cannes 2013.
Adele (Adèle Exarchopoulos) tiene tan solo quince años y desde pequeña le han enseñado que las chicas tienen que salir con chicos. El hecho de que se enamore repentinamente de Emma (Léa Seydoux) generará en ella confusión y provocará que caigan sobre sus hombros los prejuicios de los demás.
Abdel Kechiche y Ghalya Lacroix son los autores del guion basado en la novela cómic “El azul es el color más cálido” de Julie Maroh, joven escritora francesa afincada en Bruselas.
“La vida de Adele” es una película clara, necesaria, honesta, que arranca sonrisas y ciñe corazones. Abdel Kechiche aprovecha su núcleo central para ir más allá, ramificando la historia hacia otras exploraciones en las que el tema pueda quedar más descrito. El director posándose en un género literario como es el cómic, compone palabras que van engarzadas en imágenes y a su vez tienen armonía y una increíble gama de emociones. Convertir esa muestra literaria en imágenes ha sido satisfactorio; unir cuadros maravillosos para que el espectador viva el efecto de realidad que “La vida de Adele” desprende.
Se puede hacer buen cine cuando el director ama ese arte , cuando el director innova, cuando se hacen unos primerísimos planos que hace años no percibíamos, cuando, aunque no se respete el texto central, los recursos temáticos están poderosamente moderados por ricos matices y una soberana creación de personajes, cuando la filmación es de una intensidad absoluta y cuando la narración y el ritmo son los elementos más importantes de la película. De manera acertadísima y efectiva se cuenta el despertar a la sexualidad de la protagonista, de su amor, sus problemas de identidad y su legitimación homosexual.
Abdel Kechiche, con esta película, hace feliz al colectivo protagonista, socorrido por un relato que ayuda a comprender su realidad sin la necesidad de impresionar con la trama mediante delineaciones dramáticas. El lesbianismo que se analiza en la historia es también una metáfora aplicable a todo en la vida y Kechiche desde aquí invita a su protagonista y a todos los que, indistintamente de su tendencia sexual, tengan deseos de saltar y manifestarse tal y como son en realidad, quitando de sus vidas ataduras y complejos de un universo lleno de convencionalismos. Esto es precisamente lo que considero que más enriquece al film y lo convierte en sobresaliente, pues todos los personajes están fabricados con mecánica de precisión. La naturalidad y la sencillez de unas vidas que destilan amor. Porque “La vida de Adele” es una película de amor. Es arte, filosofía, lágrimas, risas, y comunicación no verbal.
Habrá quien se queje diciendo que es un poco redundante, larga, simple y que son demasiadas las imágenes de sexo lésbico y yo seguiré diciendo que me parece una buenísima película. Adèle Exarchopoulos, brillante en su interpretación, Léa Seydoux insuperable, Salim Kechiouche, Mona Walravens, Jeremie Laheurte, Alma Jodorowsky, Aurélien Recoing, Catherine Salée, Fanny Maurin,Benjamin Siksou, Sandor Funtek y Karim Saidi, todos hacen que te creas lo que ves, que te sientas dentro de la historia como si fuera tu vida misma.
“La vida de Adele” es una caída desde la temprana gloria de los años a la desesperanza de una edad que te define.
Estoy en general de acuerdo en todo lo que plantean las lesbianas indignadas con esta película y también me rebelo contra la hipocresía y la imbecilidad de los críticos y festivales correspondientes. El sexo en el cine me parece un tema de lo más interesante porque muchas veces actúa como un reclamo morboso en si mismo que se desconecta del relato en el que está inserto. Desde luego la película que nos ocupa es un ejemplo claro de este efecto, y entiendo por ello la ira que ha provocado.
La cuestión es: ¿es lícito mostrar sexo actuado en un relato? Yo pienso que sí, claro. Pero también es cierto que el carácter claramente perturbador de la visión de personas, aunque sea fingido, practicando sexo muchas veces no complementa la narración sino que ejerce como elemento distorsionante. Y, por supuesto, en “La vida de Adele” esto está llevado al extremo porque realmente las actrices están representando su sexo de una forma tan expícita que cuesta trabajo decantarse por si es sexo fingido o real. Para un espectador masculino heterosexual este momento claramente se desconecta del relato porque la excitación de ver esta fantasía es lo único que importa en ese momento. Y es normal que sea así. Lo lamentable es que el director y los críticos alabadores sean tan cínicos e hipócritas para hacer pasar este elemento determinante de la película como un hermoso complemento y no como un reclamo morboso, y por ende, comercial.
Si quiero ver sexo, veo porno. Pero no me vendas cine con algo demasiado parecido al porno porque somos todos mayores y me estás tomando por tonto.