Crítica: El vicio del poder

Humores de política oculta flotan en el comprometido universo de “El vicio del poder”. Adam McKay destaca el cine de denuncia histórica cortado con el patrón del gran cine americano. Esta siderurgia, que como Saturno devora a sus hijos, está escrita por el propio Adam McKay, recordándonos con ella que siempre nos enteraremos de lo que quieren que nos enteremos.

McKay cuenta la historia de los EE.UU. a partir de los años sesenta. Explora la historia real sobre cómo Dick Cheney (Christian Bale), un hombre que tenía un empleo como simple administrativo de una empresa, callado y aparentemente bueno, llega a ser el vicepresidente más terrorífico de los Estados Unidos, el hombre más poderoso del mundo durante el mandato de George W. Bush (Sam Rockwell), con terribles consecuencias en su país y en el resto del mundo.

El director cierra filas en torno a su reportaje de investigación y se entrega desde su altura cinematográfica para mostrarnos en pantalla lo hechos que cambiaron el mundo. Demostrando su buen hacer detrás de la cámara, Adam McKay reinventa instantes de atención en cada plano. Cada secuencia es un mensaje bienvenido, con un contenido racional en la trama que todos deberíamos visionar. Mensaje o reflexión que invita a dos cosas nada inocentes: primero, ¿llevamos años de emergencia internacional? y segunda, si nadie se ocupa de remediarlo, si además ya no se puede remediar, ¿cargo sobre mis espaldas la vergüenza ante tanta barbarie? Tal vez no sea un film agradable de ver si desde el primer segundo sabemos que es algo que cambió muchas vidas para peor. Pero “El vicio del poder” consigue algo estupendo, que el cine camine un paso más allá, respondiendo a intereses del pasado que moverán el futuro. Adam McKay sirve de ejemplo para todos aquellos directores que intenten devolver bofetadas a todos los hombres y mujeres “respetados” de la historia política.

En la silenciosa oscuridad de la sala del cine, el mensaje lacerante cuajado de imágenes revestidas de talento y destiladas por el director de fotografía Greig Fraser, convierten el todo en pieza de arte. La banda sonora para “El vicio del poder” se caracteriza por su estilo inconfundible y su don especial para crear incertidumbre, sus acordes expresan perfectamente los intríngulis que encierra la película; Nicholas Britell pinta el aire con los colores de la intriga que no lava tristezas. En el reparto, unos desconocidos Christian Bale como Dick Cheney y Amy Adams como Lynne Cheney hacen creíbles unos personajes en su ambiente privilegiado, libres de todas las limitaciones que nos oprimen a los normales; afrontan ambos y realizan grandes interpretaciones. Steve Carell, Sam Rockwell, Jesse Plemons, Eddie Marsan, Alison Pill, Stefania Owen, Jillian Armenante, Brandon Sklenar, Brandon Firla, Abigail Marlowe, Liz Burnette, Matt Nolan, Brian Poth, Joey Brooks, Joe Sabatino, Tyler Perry, Bill Camp, Shea Whigham, Cailee Spaeny, Fay Masterson, Don McManus, Adam Bartley, Lisa Gay Hamilton, Jeff Bosley, Scott Christopher, Mark Bramhall, Stephane Nicoli, Kirk Bovill, Naomi Watts, Alfred Molina, Lily Rabe y alguno más que incluyo en la felicitación, hacen posible la dimensión que eleva la calidad de “El vicio del poder”.

 “El vicio del poder” es una película amarga, la más dura bofetada de tristeza y desesperanza. Es extraño dar las gracias por algo así… pero es obligado dárselas a su director Adam McKay.

Véanla, es imprescindible.

Crítica: La gran estafa americana

la gran estafa americanaDavid O. Russell, como la plana mayor del cine americano en los últimos tiempos, parece que quiere quemar toda su pólvora creativa. Tiene la calidad cinematográfica y la lucidez arraigada con tal firmeza que es capaz de esquivar todas las contradicciones y problemas que ha arrastrado a lo largo del rodaje. Crítica de la película “La gran estafa americana”.

La historia está trazada por un espléndido guión de Eric Singer y David O. Russell que nos acerca a los años 70, mostrando primero a un estafador profesional, Irving Rosenfeld (Christian Bale), después a una astuta y seductora mujer, Sydney Prosser (Amy Adams), y a ambos trabajando junto a un agente del FBI, Richie DiMaso (Bradley Cooper). DiMaso los arrastra al mundo de la política y la mafia de Nueva Jersey, él es tan peligroso como atractivo, tan loco como incauto. Hay dilemas en todos los personajes por diferentes motivos, todos tienen sus complicaciones y conflictos, con lo que se ven en situaciones difíciles en las que deben actuar, en la mayoría de las ocasiones, de forma no políticamente correcta.

“La gran estafa americana” es una comedia negra- drama-crimen, con integradas pinceladas de recuerdos de películas de gánster, de esos que jamás se desvanecen por mucho tiempo que pase. Como punto de partida para la aproximación al corazón de “La gran estafa americana” nos posicionamos en el tapete sobre el que se juega esta partida de ajedrez que enfrenta a todos contra todos. David O. Russell lo hace con una ejemplar sencillez.

imagen de la gran estafa americana

Desde que comienza hasta que termina nos hallamos ante una película redonda, con una eficaz puesta en escena, una equilibrada combinación entre amor y codicia, y un buen manojo de engaños y estratagemas. Sus dos horas de duración se sostienen en base a puro talento, que apela a la regla que se caracteriza por la reiteración en cada recomienzo para refrescar la memoria del espectador. Poco a poco va ganando en sugerencia una historia extrema, pero al mismo tiempo cercana y posible, a la que hay que leer también en su plano simbólico, fíjense en el pelo de algunos personajes muy importante para dar lecturas ocultas, en esto la narración es escueta, todo se va materializando en un tiempo que termina por olvidarse.

Una buena ambientación, un vestuario y maquillaje perfecto, un buen elenco de actores tan importantes como la voz en off y las imágenes, que igual que la historia fluyen con una fotografía estupenda de Linus Sandgren y adornadas por la banda sonora de Danny Elfman. Una técnica fílmica cuidada e innovadora y unas excelentes interpretaciones de Jeremy Renner, Louis C.K., Michael Peña, Jack Huston, Alessandro Nivola, Shea Whigham, Paul Herman, Elisabeth Röhm, Saïd Taghmaoui, Adrián Martínez y Robert De Niro;
con mención especial para Christian Bale, Amy Adams, Bradley Cooper y Jennifer Lawrence.

A pesar de dejar dividida a crítica y público, para mí “La gran estafa americana” es sin duda una de las grandes favoritas del 2014.

Crítica: Las flores de la guerra

 Cartel de Las flores de la guerra“Las trece mujeres de Nankín”, basada en hechos reales, es un libro en el que Yan Geling narra un episodio de una terrible guerra, el ejército japonés contra el pueblo chino. En 2013, Zhang Yimou la obtiene para el cine y nos la describe en imágenes duras y punzantes. Crítica de la película “Las flores de la guerra”.

No es necesario poner al director chino Zhang Yimou a salvo del cargo de que su mirada se dirija siempre al mismo espacio como se está oyendo por algunos medios. Su examen siempre está dirigido al espectador y a su tierra, eso no nos debe sorprender. Zhang Yimou eternamente necesita mostrar sus personajes como una exaltación del hombre en su lado bueno y su lado nocivo, y lo podemos detectar en todas sus películas desde “Sorgo Rojo”, 1987, hasta “El amor bajo el espino blanco”, 2010, película que vimos el año pasado después de esperarla mucho tiempo. La clave de este buen director es su rotundo tratamiento, la rigurosa alternancia y sus ingenios al mostrar el pánico humano y la maldad del mismo ser en situaciones distintas.

 Zhang Yimou vuelve a tensar la cuerda por un punto esencial, bridándonos una majestuosa denuncia histórica.

En 1937, durante la segunda guerra chino-japonesa, John (Christian Bale), un maquillador de cadáveres, llega a la iglesia católica Santa María Magdalena de Nankín para preparar al párroco, el padre Engelmann antes de su entierro, pero en ese momento las terribles acciones del ejército invasor japonés convierten a John en el único adulto entre el grupo de alumnas del convento y el grupo de prostitutas de un burdel cercano. El americano se encontrará en una posición comprometida como guardián de los dos grupos ante las barbaridades del ejército ocupante japonés.

Imagen de Las flores de la guerraMás allá, de la novela en la que se basa y que es una literatura histórica “Las flores de la guerra” es una historia estremecedora bien contada en el cine, con ritmo, caracteres y brillos siempre presentes. La conjunción trágica y sentimental es el objetivo principal de esta película, pues, mientras que el primer elemento funciona estupendamente, ayudado por los hechos que se muestran y por la tensión sabiamente aplicada en escenas de una tremenda crueldad, el segundo aspecto cae por su propio peso como derivación sensitiva.

No es ninguna casualidad que Zhang Yimou desarrolle una dirección ambiciosa y sorprendente, el guión, es un punto fuerte retratando el marco de la guerra como realmente imaginamos que pudo ser. Como cada vez vemos en el trabajo de Zhang Yimou una muestra, además, de que lo único importante en una película es una buena historia y unos diálogos directos e inequívocos para mantener la forma de fondo principal. Nada pasa desapercibido, un gran trabajo de fotografía y unos perfectos juegos de cámara, dan crudeza a los momentos de acción. La música, acompaña de forma ligera y pausada sin que en ningún momento pase a ser protagonista de la escena pero forjándose como un regalo de acompañamiento. Los actores : Niní, Xiyi Zhang, Xiting Han, Doudu Zhang, Dawer Tong, Atsurô Watabe, Kefan Cao, Yangchunzi Yuan, Jia Sun, Yuemin Li, Bai Xue, Takashi Yabayashi, Shigeo Kobayashi y muchos más dan un gran enfoque a sus personajes deslumbrando desde la interpretación.

Recordamos que Lu Chuan ya nos habló en 2010 de esta terrible guerra con su película “Ciudad de vida y muerte.

“Las flores de la guerra” se puede considerar como algo más, es una película que sin ser una obra maestra, es inteligente y reflexiva. Una obra en la que el honor tiene una significación indigna a la vez que se fragua dentro de ese infierno un sutil códice de humanidad y entrega.

Michael Mann: Enemigos Públicos

enemigos públicos

Este buen director de cine tiene todas las buenas formas  que un espectador exigente puede desear, como siempre, Mann encamina todo hacia la consecución de una buena escena, este hombre rueda la acción de forma fabulosa, sus  giros de cámara, su habitual paleta de colores, sus primerísimos primeros planos. Busca magistralmente la disposición actual en las raíces del cine clásico: Mann desmonta los tópicos del cine de este género sabiamente, dándole su sello privativo, elevando a lo sumo, tanto el poder narrativo como el visual.

“Enemigos públicos” es una película basada en hechos reales que parece sacada de una alegoría de película.

Johnny Depp encabeza el reparto dando vida al atracador de bancos John Dillinger, Christian Bale representa al agente del FBI y Marion Cotillard, es la protagonista femenina. Todos con una caracterización bestial, los motores de la película son el crimen, la traición, y el amor, que enfrentan a los personajes en un enardecido juego del gato y el ratón. El carismático atracador, admirado por el pueblo y odiado por las autoridades, es un canalla pero le tomas cariño, se convierte en tu héroe aunque sea un criminal gracias a la interpretación de Depp y la mano maestra de Michael Mann.

La película no tiene complejidad argumental, pero sí tiene bastantes apuntes atmosféricos tiernos y metafóricos, que le proporcionan interés durante las dos horas de duración.

El reparto es excelente y la estética de la época me atrae bastante. Es buena necesariamente.

La veréis. Unos por Michael Mann, otros por Johnny Depp, muchos por Christian Bale,  algunos otros, por Marion Cotillard y la mayoría por el conjunto.

Yo cuando pase algún tiempo iré a verla otra vez.

Johnny Depp está gigantesco: ¡Ya un Oscar para este hombre!

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