Crítica: Chloe
3 diciembre 2010 2 comentarios
Para iniciar la crítica de “Chloe”, he decir que su verdadera raíz está en “Nathalie”, película francesa de Anne Fontaine, estrenada en el año 2004, aquélla, interpretada por Gerard Depardieu, Fanny Ardant y Emmanuelle Beart; por eso “Chloe” suena ciertamente francesa aunque su nacionalidad es canadiense. Esta versión la dirige Atom Egoyan, apuntalándose en el guion de Erin Cressida Wilson como en un mapa para atravesar todo su camino emocional; financiada con capital francés pero rodada en Toronto, Egoyan nos narra en ella una barajada trama, con elementos de la de Fontaine, reflexión amarga de las inseguridades de la segunda edad.
Al adentrarnos en el argumento de “Chloe”, nos encontramos con David (Liam Neeson); es un profesor de música en la universidad, regresa de viaje; en su inmensurable mansión, toda llena de cristaleras con unas vistas impresionantes le está esperando Catherine (Julianne Moore), su esposa, una reputada ginecóloga con trabajo en una clínica donde pasa la mayor parte de su tiempo, en la espera la acompaña su hijo Michael (Max Thieriot). Durante la ausencia de David el chico ha incumplido las normas de la familia trayendo a dormir a su novia a la casa, Catherine está disgustada y ansiosa por el momento de su llegada, incluso le ha preparado para darle la bienvenida una fiesta de cumpleaños con amigos, pero en plena espera David llama diciendo que ha perdido el avión. A Catherine, en ese momento, la paraliza una extraña sensación, que la lleva (cuando por fin su marido aparece) a mirar los mensajes del móvil. Descubre uno bastante expresivo, mensaje que deja vestigios de la infidelidad de su marido, no dice nada, pero desde el gran ventanal donde siempre se asoma ve entrar en un hotel que hay en la acera de enfrente, a una bella y hermosa mujer joven, Chloe (Amanda Seyfreid). Esto se repite. Catherine determina que tiene que hablar con ella.
“Chloe”, en el análisis, nos muestra como Egoyan dispone espacios para que se establezcan como parte de la historia, todo lo que vemos en la escena tiene un significado simbólico, desde las transparentes paredes, las manos de Catherine y de David apoyadas en los cristales de la ducha en esa casa de zonas abiertas a la luz, los espejos del restaurante donde se conocen las dos mujeres, todo el entorno cuando Catherine está sola, es frágil traslúcido, parece que la fuerza de la lógica quisiera avisarle: cuidado, no hagas nada que pueda romper el vidrio, no tires guijarros en tu cristalera que se rompe, no escudriñes, no averigües, quieta, quieta. En “Chloe”, los personajes se nos dan velados y en contraste con la transparencia de entorno forman ese conjunto discordante, los tres protagonistas con fragmentos psicológicos espinosos y debilidades endémicas, cada uno de ellos hallado en su disfraz, justificado en su retorcida cordura.
Egoyan, fiel a su forma sosegada, dirige «Chloe» un drama de suspense erótico, fiel a su estilo, deja abierta la incógnita del sentir de sus personajes, muestra desgarradora y cruelmente una pasión desgraciada, relaciones humanas poco convencionales que se salen de todos los cuestionamientos morales, (tema quizás para algunos incómodo). Desde el primer momento queda definida la posición del director frente al trío protagónico, retratando el inconveniente esencial de su locura activa, entre lo ancestral y lo actual, un mundo fronterizo de carácter puramente abstracto. Egoyan destacará siempre como el realizador de “Exótica” y “El viaje de Felicia”, en «Chloe» enuncia los sentimientos con irracional carga de expresión erótica, y con pulida erudición la calidad hipnótica de sus planos, otros dos factores más circunstanciales pero no por ello menos poderosos sobresalen en la película, uno es, la fotografía que ofrece matices entonados, enmarques neutrales y perspectivas de cámara serenos y eficaces, el otro, los actores, Julianne Moore, una mujer que no controla su arranque de despecho (ella misma habla sobre la película en este vídeo), Liam Neeson un hombre con secretos, y Amanda Seyfreid, una mujer creyéndose en potestad de su utensilio de trabajo: su cuerpo.
“Chloe” es una telaraña de pasiones navegando en el velero de Atom Egoyan , que en la tercera parte del trayecto irremediablemente hace aguas, ese giro último emprendiendo rumbo hacia la resolución acaba con la travesía. Para mí siempre, “Exótica” y su banda sonora.
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