Crítica: Franklyn

Cartel

Gerald McMorrow en “Franklyn” nos presenta un auténtico rompecabezas, dibujando cuatro historias de carácter alternativo, sombras disipadas en un mundo de desesperanza.

Jonathan Preest (Ryan Phillippe, El inocente) es un detective privado que oculta su rostro tras una máscara, en Ciudad Intermedia, una imaginativa y compacta urbe, inexorablemente gobernada por la fe y la exaltación religiosa. Preest no obedece a ninguna de las muchas religiones que allí habitan, él se define como el único ateo de ese mundo de gentes convencidas, él no necesita seguir una religión para transitar por Ciudad Intermedia, no es creyente, no tiene fe y además quiere matar a un hombre: “el individuo”. Peter Esser (Bernard Hill) es un hombre desesperado, que busca a su hijo desaparecido entre las calles del Londres actual, en hospitales y hospedajes de personas sin casa. Milo (Sam Riley) es un chico con el corazón roto pues su novia Caren le ha dejado justo antes de la boda. Emilia (Eva Green) es una linda estudiante de arte, sus proyectos para sus tesis son cada vez más complicados y arriesgados. Sally (Eva Green, también) la amiga de la infancia de Milo. Junto a ellos, un personaje enigmático (James Faulkner) que en cualquier momento del recorrido aparece en las vidas de todos los personajes.

Al hacer la crítica de “Franklyn”, destacaré que es una película que pide del espectador mucha atención y observación para evitar la pérdida de interés o de captar pistas significativas; podemos decir que McMorrow dirige esta película igual que un director de orquesta dirige a sus músicos, coordinando todos los elementos que la componen, imprimiendo a la obra una conjunción particular, poco a poco va convirtiendo en imágenes el guion que un día él mismo escribió, relato que hace vivo e impactante, impregna la obra de inspiración y de estilo propio. La fotografía hace del ambiente un lugar especial y cabal para acunar la exposición de los personajes, la música también está ajustada, y eso tan inverosímil que sale del guion de “Franklyn” es una inusitada pero turbadora forma de hacer cine, es un extraño comprimido en el que sobreviven dos mundos interconectados, un templado y selecto film de cine actual.

De “Franklyn” me quedo con la tensión que genera, con su forma de narración en fuga, la manera de mostrar los cuadros y escenas surrealistas, pero antes de acabar, y aunque no quisiera, tengo que incluir en el comentario la parte negativa de la película (no me gusta que queden frentes abiertos). Por lo demás la considero una obra con cimiento, un fresco de relaciones que plasma la trascendencia del dolor.

Yo recomiendo «Franklyn» pero cuidado: como he dicho antes, hay que saberla tolerar y asimilar, necesita implicación emocional y una reflexión, además de un debate posterior. Ya hablaremos…

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